domingo, 14 de abril de 2019

Obtuso bibliotecario

— Buenos días tenga vuesa merced— dijo con voz entrecortada.
— Buenos lo sean asimismo para vos. ¿En qué pudiera ayudarle?
— Se me ha encomendado una tarea ardua que requiere la búsqueda de algunos volúmenes que, de seguro, puedo hallar en aqueste lugar. Permítaseme que me presente así como que le señale de qué título estaría hablando a vos. Soy el licenciado D.XXXXXX y pretendo hacer un completo estudio del libro YYYYYY.
— Aqueste libro que vuesa merced reclama está clasificado de entre los más antiguos catalogados por esta, su biblioteca. Y tengo que recordarle, por si no es de su conocimiento, que las normas por las que se rige este establecimiento imponen la obligación del cumplimiento de unos requisitos esenciales para el suyo préstamo, condiciones que supongo ya obrarán en su buen saber y entender.
— Si me hiciera el favor de recordármelos... He estado ausente de esta ciudad por mucho tiempo. Las cosas parecen haber cambiado en este periodo.
— Pues así lo haré. Sepa vuesa merced que la primer obligación consiste en que debo identificar claramente, y sin ningún lugar a la duda, que estoy hablando con quien vos decís ser. Entienda que cualquier puede presentarse como el mismísimo conde de ZZZZZ. Si tuviera a bien mostrarme un documento que probara tal circunstancia sin lugar a equívoco…
— Si esas normas obligan a todos, tenga vuesa merced estos documentos que porto siempre conmigo, pues no está el mundo para ir por ahí sin estar bien hallado— y le entregó unos papeles que extrajo de su morral.
— Mmmm, déjeme ver... Así es, como vos decís. Ahora tenemos un segundo obstáculo que, por su bien, espero no le suponga ningún problema atajarlo. Como ya he dicho a vos, los libros más antiguos, catalogados como el resto, pero con la añadidura de que, por ser más vetustos, no pueden ser puestos al alcance de todo aquel que los demandare, como ya comprenderá, por llegar a deteriorarse más aún de lo que ya lo están, requiere de un poder especial otorgado por la mayor autoridad de este, su establecimiento. ¿Acaso tuviéramos la suerte de disponer de ella?
— Lamento contrariar a vuesa merced pero no es así. Y supongo que tal demanda me llevará un tiempo obtenerla, más el tiempo corre en mi contra.
— Pero póngase en el mio lugar, amigo. Supóngase que, por mano del diablo, mientras estoy entregando a vuesa merced el libro aparece por la puerta la autoridad antedicha. Y vos no tenés el documento sellado que permite, con total libertad, acceder a la consulta. Pondríame vos en un grave aprieto que pudiera resolver mi puesto, viéndome desnudo en la calle, una mano delante otra detrás.
— Entiendo lo que vuesa merced me transmite, pero entienda que, asimismo, mi trabajo pende de un fino hilo si no llegara a conseguir la información que pretendo. ¿Qué podría hacer? Tengo que partir de nuevo en un solo día, y solo hoy dispongo del tiempo preciso para encontrar lo que busco, ni uno más. Y salvo que la mencionada autoridad estuviera cerca y me otorgara el antedicho permiso sellado me sería del todo punto imposible acabar con la mía obligación.
— Buen problema nos atañe entonces. Pero hagamos una cosa que nos dará tiempo a solventarlo. La petición precisa, y este sería el último de los requisitos, la cumplimentación de un formulario.
— Comprendo. Y, por casualidad, ¿ese formulario lo tendría aquí mismo?
— Sí— rió con fuerza el bibliotecario, desoyendo la norma de guardar silencio — Vuesa merced podría ir cumplimentando aqueste mientras se acerca la hora en que debo cerrar. Después, a salvo de una improbable visita de la autoridad, y ya con las puertas cerradas, podría acceder a su petición.

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