domingo, 14 de abril de 2019

El último texto, inacabado

Su obligación era escribir. Él lo sabía, pero enfrentarse al blanco papel y no tener una sola idea que desarrollar lo exasperaba. ¿Cuál era la opción: relato corto, cuento, microrrelato? Cualquiera servía. Solo necesitaba la idea. Una vez la tuviera, todo correría automáticamente. Su experiencia se lo había demostrado muchas veces.
La habitación se hallaba en penumbra, con la única luz que proporcionaba la chimenea que daba un irreal movimiento a los objetos que allí se encontraban. La cómoda del fondo parecía agrandarse y empequeñecerse con la fluctuación de las llamas. El sofá, justo al lado, se estiraba y encogía. La cocina, enfrente y cerca de la chimenea, esperaba inútilmente el momento inalcanzable de ser puesta en funcionamiento. Era su retiro. Aquel que le proporcionaba el suficiente aislamiento para que las musas le proporcionaran la tan ansiada inspiración. 
Y ahora, sentado en una silla de enea junto a la vieja y carcomida mesa, apoyaba sus codos en ella, indeciso.
“Una tarde de verano los comensales se reunieron...” Se disponían a comer, más bien a cenar, a tenor de lo expresado en el comienzo de la frase, pero ¿cuál era el motivo del encuentro? Era fundamental dar con la causa. Podía tratarse de una reunión familiar, una reunión de negocios… Elegir el asunto requería delicadeza porque toda la trama subsiguiente estaría unida muy estrechamente a ella. Le sobresaltó la caída de un tronco vencido por las llamas. Se levantó y acudió a la chimenea para introducir de nuevo el leño. Tras ello volvió a sentarse y miró el papel.
“… Estaban todos menos uno, a pesar de haber sido invitado”
¡¿Cómo era posible?! No recordaba haber escrito esa frase. Pudiera ser que ensimismado en sus pensamientos de la continuación lo hubiera hecho sin darse cuenta. Era la única explicación plausible, nadie más estaba en la estancia. Y a decir verdad le sonaba bien. De acuerdo, continuemos, pensó. Hay una persona que no ha asistido. Buscaré un motivo convincente y la relación que pueda existir con el resto.
“— El asunto para el que se nos ha llamado es lo suficientemente importante para que todos seamos testigos de su conocimiento, dijo uno de ellos. Sin embargo, X (más tarde decidiré su nombre) no vendrá porque me ha comunicado personalmente que le es imposible asistir, dado que se encuentra ocupado en un asunto que no puede dejar de lado, por el momento.” Bien ¿y ahora qué? Miró de nuevo a la chimenea. Los leños chisporroteaban mágicas partículas que envolvían la llama principal para terminar fundiéndose en ella. Y la llama ondulaba cada vez de forma distinta a la anterior. Era hipnótico aquel movimiento del fuego. Recordó los momentos más vívidos de su juventud. Las noches en la playa, ella a su lado...
“—¿Y si finalmente viene? Creo que deberíamos esperar.”
Esto era lo último que había escrito antes de quedarse embobado con la chimenea. No obstante, no recordaba haber tenido esa idea. Estaba perdiendo la memoria. La edad le pasaba factura. Solo deseaba que aquello fuera normal y no el comienzo de una enfermedad degenerativa que le condujera a la muerte. Decidió qué era lo siguiente a escribir.
“— No podemos esperar. Tenemos que decidir hoy mismo. En cualquier caso, y dado que con su excusa nos da carta blanca para que adoptemos una decisión que le implicará de la misma forma que al resto, podemos comenzar.
—¿Se lo ha manifestado por escrito?, volvió a inquirir el anterior, percibiendo en su interlocutor una visible molestia por la desconfianza.”
Le provocó ansia de beber. Se levantó y fue hasta el grifo de la cocina. Lo abrió. El agua salió a empellones, sucia, debido al tiempo que no se usaba. La dejó correr unos minutos hasta que la vio salir limpia y comenzó a llenar un vaso. Intempestivamente se giró en dirección a la mesa al escuchar un murmullo. Bebió el agua y volvió a llenar el vaso. Recordaba lo que había pasado antes y temía que algo más apareciera escrito mientras fue a por el agua. Sus pasos de vuelta eran lentos, temiendo lo peor. El silencio imperante en aquel apartado lugar hacía más tétrico el acercamiento. Soltó el vaso en la mesa. No se había añadido nada a la última frase, pero se oía un casi imperceptible murmullo. Acercó su oreja al papel. Parecía como si tocaran un claxon. Se incorporó. Tal vez algún coche se acercara a su vivienda. Después volvió a agachar la cabeza.
“Y X apareció, de improviso. Se bajó de su coche mientras el resto se arremolinaba en torno a él.
— Ahora ¿qué tiene que decir? Ya dije que aparecería. Lo conozco muy bien. Solo era cuestión de esperar.
El recién llegado parecía confuso, perdido.”
Otro leño cayó fuera de la chimenea, pero allí ya no quedaba nadie para recogerlo.

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