domingo, 14 de abril de 2019

Charlotte

—Mira, ahí va. Andando bajo la acera, expuesta a ser atropellada. No parece que le importe, está en sus dominios. Fíjate que casi no se mantiene sobre sus piernas. Parece increíble que aún puedan sostener ese endeble cuerpo, maltratado por ella misma, vilipendiado, a pesar de ser su único medio de subsistencia. Sí, es Charlotte, inconfundible. Su melena rizada rojo caoba, su típico andar... Ha tenido la mala suerte de vivir en este degradado barrio, quizá desde que nació. Un barrio que retroalimenta su caída hasta lo más profundo, que se hunde sin remedio como un cuerpo atrapado en arenas movedizas, cuanto más se mueve más lo engulle la tierra.
—No. Te digo que no nació aquí. Ella llegó con su familia y se instalaron en aquella desvencijada casa al final de la calle ¿recuerdas? Solíamos jugar dentro. Entonces era una chica joven, normal, algo inquieta eso sí, pero nada más. Su desgracia vendría poco después. Conoció al que, sin darse cuenta, la fue introduciendo en ese mundo. Él fue quien le puso ese nombre, porque no se llamaba así, no. La verdad es que no me acuerdo como se llamaba ¿y tú?
—¡No me hagas recordar mi pasado! Sabes perfectamente que odio retroceder en el tiempo. Hace que afloren en mí indeseables estados anímicos que me llevan a cometer locuras. Ahora me siento bien. Tengo expectativas de trabajo. Soy feliz ¿es que no se nota?
—Sí, es cierto. Ni siquiera me soportabas entonces. Me rechazaste y terminaste por abandonarme. Aquello me dolió profundamente. Intenté en muchas ocasiones un acercamiento, pero tú siempre me dabas la espalda. No me escuchabas y, créeme, intentaba ayudarte porque te aprecio mucho.
—Lo sé, amigo. Por ese motivo también quiero ayudar a esa muchacha. Quiero sacarla de esa vida de perdición. Y tú me vas a prestar apoyo. Bajemos del coche y retrocedamos hasta donde la hemos visto. Con un poco de suerte quizá logremos encontrarla.
—¡Cochero, deténgase!... Sí, ya sé que esta no es la dirección que le indiqué, pero puede marcharse, tome su dinero y, gracias.
La noche ha caído. Una niebla comienza a levantarse por la empedrada calle. Los pasos resuenan y se oyen a lo largo de ella. Solo sus pasos. Nadie más camina por ahí. Dobla la esquina y se adentra en la calle en que estaba Charlotte. Apresura su andar para no perderla, un cliente podría haber ya requerido sus servicios y entonces... entonces tendría que esperar otro momento. Pero no, ha tenido suerte. Ahí está.
—¡Señorita!... no he podido resistir la tentación de detener el coche, y le aseguro que he luchado con todas mis fuerzas, pero su belleza me ha cautivado.
—Será mi último cliente. Hoy he tenido un día muy duro y quiero volver pronto a casa.
—Usted no me recuerda, pero yo sí. Desde hace tiempo... Acompáñeme, vivo cerca.
Ambos se introducen en un callejón estrecho. No se puede ver más allá de algunos metros y, en cierto momento, él se detiene, se acerca a ella, la abraza. Ella se abandona y él la besa con pasión. Después saca su daga y se la clava en el abdomen una, dos...cuatro veces, mientras tapa la boca de ella con su otra mano. Ella cae, resbalando de entre sus brazos.
—Mi nombre es Jack, no se lo había dicho aún. Ahora tengo que cumplir una desagradable tarea. Pero mi amigo y yo hemos decidido que es lo que procede. Usted solo ha tenido la mala suerte de ser la primera.
Jack se marcha dejando en la calle restos dispersos de Charlotte. Más tarde se descubrirá el cadáver y la policía de Londres se volverá loca para intentar, sin éxito, atraparlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario