En el día
de ayer, gracias a varios meses de esfuerzo de nuestros científicos y,
como no, a la ayuda inconmensurable de nuestros compañeros robóticos
vigilando todo el proceso de crecimiento, culminó el proyecto de jardín
que ya ha pasado a conocerse como el nuevo Edén, con algunas especies
vegetales recuperadas y aún otras en proceso, esperamos, satisfactorio
de evolución.
Bajo la cúpula protectora de
nuestra gran nación, creada como saben por el malogrado Nobel Hawking,
capaz de filtrar adecuadamente los perniciosos rayos solares que llegan a
nuestro planeta para que la fotosíntesis pueda tener lugar al modo como
lo hacía antes de que la Tierra se convirtiera en el gran desierto, se
han podido regenerar entre otros, la Pawlonia tormentosa, kiri o árbol
emperatriz, elemento principal para la reproducción a gran escala de la
vida vegetal. Quizá a la mayoría estos nombres les suenen raros, pero
les puedo asegurar que, según me contaron en mi infancia, fue una
iniciativa que dio muy buenos resultados. Precisamente con el desarrollo
de este árbol se han creado las condiciones adecuadas para la
progresiva implantación de otras especies, cuyas semillas habían sido
puestas a buen recaudo antes del cataclismo del 2040.
Con estos logros, además de proveernos de
oxígeno puro al estilo de la vieja civilización, podremos, en un futuro
quizá no muy lejano, alimentarnos, aunque a algunos les parezca una
auténtica locura, de los vegetales que extraigamos de este jardín. El
consumo tan frecuente de los elaborados químicos con contenidos
cerealísticos o frutícolas, tenderán a ir desapareciendo en pos de una
alimentación más sana procedente de este, deseemos, cada vez más grande
jardín.
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