jueves, 8 de enero de 2015

Despertares






Despierto de mi letargo lenta, muy lentamente. Lo que veo a mi alrededor me resulta ignoto y, aunque me esfuerzo por recordar qué es lo que me ha ocurrido, soy incapaz de averiguar de dónde vengo. No puedo hablar y, créanme, lo intento, pero de mi boca no sale palabra alguna.


Varias personas me están observando. Tan solo miradas fugaces que se intercambian, miradas preocupadas. Nada bueno cabe esperar de ellas. Finalmente, uno de ellos decide preguntar.

  • ¿puede entenderme? ¿me oye?

Asiento levemente con la cabeza. También me cuesta trabajo moverme.
  • Ha entrado usted en la segunda fase, y esperamos que pronto recupere su capacidad de hablar, porque lo estará deseando. Para nosotros no es importante, más adelante lo entenderá y dejará, asimismo, de hacerlo. Por lo demás sus constantes vitales se mueven dentro de la normalidad. Debe tener paciencia.

Debo tener paciencia... ¿para qué? ¿Qué me está ocurriendo? ¿Cuánto tiempo más debo permanecer así?... Ojalá pudieran responderme a todas estas cuestiones que me atormentan... Se marchan, ¡no! ¡quédense conmigo! Charlen sobre mí, que pueda oírles y saber. ¡Por favor...!


Lo último que recuerdo es que caminaba hacia una luz. Por mi mente circulaban imágenes a una velocidad de vértigo, retazos incomprensibles. No veía nada a mi alrededor y, por tanto, la luz del fondo era el único referente. Tenía que ir hacia ella por toda respuesta posible. Y, sin embargo, tras esa luz, este absoluto estado de ignorancia... Definitivamente hay que intentar decir algo, llamar su atención. Necesito que vuelvan. Pero de mi boca solo salen sonidos, sonidos que, además, deben llegar a ser inaudibles para ellos, porque nadie viene. Seguiré probando, aunque no tengo la paciencia que se me demanda. Si se vieran en mi situación comprobarían que es muy fácil decirlo.


Al cabo de un rato consigo decir un “si”, un gran logro para mí, porque me da esperanzas. Repito la silaba una y otra vez. Los sonidos son ahora más fuertes, tanto que alguien me ha oído y se ha acercado curioso. Me mira y sonríe a la par que asiente. ¡Me entiende! Llama a alguien. Sigo diciendo mi “si” incansable. Llega una segunda y, tras él, una tercera persona. Los tres me miran esperando que pronuncie algo más que un “si”. Intento un “no” pero no puedo. Habrá que resignarse.


Y ¿qué es eso de la segunda fase? ¿Qué pasó en la primera? ¿Habrá más fases?... Las preguntas se amontonan en mi mente y no puedo formularlas. Mi ansia por saber me desborda ¿Cuánto tiempo tardaré en poder hacer una única pregunta, la que resuma todos mis temores y dudas? ¿Nadie puede decirme nada?...


Me he debido quedar dormido. Ahora no hay nadie conmigo, pero estoy en otra habitación, no la conozco. Lo primero que cruza por mi mente es el haber podido decir “si”. Lo intento de nuevo y, si, sigo siendo capaz de pronunciarlo ¿Y el no?... Tras varias tentativas de mi boca sale un claro, aunque débil, “no”. Y como con el “si” insisto hasta lograr que se oiga bien alto, pero no viene nadie. Alterno el “si” y el “no”. Perfecto. Continúo hasta que aparece alguien, aquel que me pidió paciencia, lo recuerdo bien.
  • Está usted avanzando a un ritmo rápido. Tómese su tiempo y pronto podrá hablar
  • Si no... si no... si no...
  • No se impaciente. Lo está logrando antes que otros. Tenga calma.


Algo han debido darme en la bebida porque he vuelto a dormir, no se cuanto tiempo. Y como en la anterior ocasión, me lanzo a pronunciar mis primeras silabas. Sin ningún problema. Veamos si puedo con algo más complejo. De mi boca sale un “nada”. Sonrío. Quizá pueda... “decir... algo... más”. Alto y claro. ¡Sí, ya-puedo, hablar! Inmediatamente se personan en la habitación dos individuos. Uno de ellos, por desconocer su nombre, el 'paciente'.
  • Vaya, se ha esforzado, ¿eh?
  • Quiero... que-se-me-diga... como-he... llegado-a... este-estado, por favor.
  • Ha cambiado de fase, ya se lo dije. Usted tenía una vida anterior de la que, con toda seguridad, no recuerda nada. Esa era la primera fase.
  • ¿Quiere... decir que... estoy muerto?
  • No exactamente amigo. Ha muerto en la primera fase, es cierto. Pero ahora está usted vivo, en una segunda, muy superior a la que ha dejado.
  • Entonces.. ¿hay-que-morir... más-veces?
  • No en el sentido que usted ha experimentado hasta ahora. Pero, por favor, céntrese en vivir esta segunda fase. Disfrute de ella. Verá que hay cambios muy sustanciales respecto de la anterior. Todo el mundo cuando llega aquí quiere, al igual que usted, preguntar, saber, y de ahí su esfuerzo por hablar con nosotros, sus guías. Ahora aprenderá a comunicarse sin necesidad de esa opción, aprenderá a leer en las mentes de los demás. Pero esto requiere de un proceso de aprendizaje más o menos duradero, según la persona.
  • ¿Todos ustedes... están en la... segunda fase?
  • No todos. Algunos interfieren aún con la primera porque ese es su deseo, y no podemos ir en contra de él. Y, por otro lado, están nuestros maestros de la tercera fase que, al igual que los que acabo de mencionarle, de forma esporádica nos visitan para hacernos entender la importancia de atravesar por esta etapa, sus objetivos y medios para lograrlo.
  • ¿Puedo-estar... soñando-con-este... hipotético-mundo?
  • Perdone que me sonría. Es también una pregunta fija en todos ustedes... No está soñando, se lo puedo asegurar. Sencillamente porque ya no se sueña. Su mente se libera de la fase anterior y ahora comienza a tener solo visiones de la presente, visiones reales, no deformadas, fantásticas o, irreales como en la primera.
  • ¿De-cuántas... fases... hablamos?
  • Esa pregunta no la puedo responder, porque lo desconozco. Al menos las tres. Una cuarta cabría que existiera, pero ya digo que lo ignoro. Y ahora ¿qué le parece si comenzamos a practicar con la telepatía? Esta aptitud era una entelequia en su vida anterior. Quienes decían poseerla eran unos farsantes que se atribuían poderes o dones inexistentes. Ahora sí es una opción real.


De pronto calló. Su boca no se movía pero yo seguía oyéndolo en mi cabeza. Mi primer impulso fue abrir la boca y hablar. Sin embargo, antes de que pudiera hacerlo él ya lo había, digamos, oído, porque me contestaba de inmediato. Por el momento era incapaz de 'leer' en la suya. Oía lo que me decía pero no podía saber cuáles eran sus pensamientos. Esto mismo también fue 'visto' por él. Paciencia amigo, fueron sus palabras o, mejor dicho, su idea transmitida.

No sería la única sorpresa que vería en mi permanencia en la segunda fase. Pronto advertí que podía trasladarme, en el mismo instante, allá donde se me reclamase. La verdad es que la nueva fase resultaba ser muy placentera, porque los esfuerzos realizados eran mínimos. Por ello, el descanso, tan arraigado en mi mente como una secuela imborrable de la primera fase, perdía virtualidad y ahora entendía lo que se me dijo de dejar de soñar. Pero, aún así, había momentos en los que se permanecía inmóvil para, poco después, llamémoslo, despertar.


Fue en uno de esos momentos cuando abrí mis ojos y me vi en una penumbra terrorífica. A mi lado había una persona que me resultaba en extremo conocida, aunque no podía poner en pie de quien se trataba. Estaba como adormecida y no quise alterar su descanso. Yo me encontraba tumbado en una cama, rodeado de innumerables tubos conectados a una máquina que pitaba de forma intermitente. Aquello me resultó insoportable y procedí a deshacerme de los tubos. Poco después se oyó un pitido continuado que se fue apagando hasta que todo quedó a oscuras, solo unos instantes, y de nuevo apareció la intensa luz al fondo del pasillo. Una potente luz que reclamaba mi presencia.