(Tan solo un ejercicio. Para quien desee pararse a comprobarlo podrá ver que este texto va incrementando a cada nuevo párrafo una palabra hasta llegar a las cuarenta y cuatro del último)
Amanece...
Luz áurea...
Me siento preso.
La habitación me
asfixia...
Tengo que salir cuanto
antes.
Debo abandonar, ya, estas
cuatro paredes.
No recuerdo cuando fui
encerrado entre ellas.
Pero he conseguido
liberarme y no seguiré enclaustrado.
Enjaulado como un animal
salvaje, pez en una pecera.
Volveré a recibir en mi
rostro, de nuevo, el viento.
Seré libre, correré
hasta no poder más y, al fin, descansaré.
Para cuando vuelvan ya me
hallaré muy lejos, a salvo de ellos.
Esos desgraciados no
saben con quien han topado, puedo hacérselo pagar muy caro.
Ellos pensaban que el
secuestro les reportaría pingües beneficios, por mi acomodada
situación económica.
Han optado por la vía
fácil de arrebatarme aquello que tanto trabajo me ha costado.
Un camino muy cómodo que
pretende evitar los innumerables obstáculos que yo he tenido que
superar.
Desde muy joven he sido
aleccionado con ese espíritu de lucha, de sacrificios, de
consecución de metas...
Y poco a poco fui consiguiendo fortuna, la que me permitió nuevas
inversiones en otros proyectos igualmente rentables...
Todo ello me ha llevado a la construcción paulatina de una montaña
a base de muchos granos de arena...
Una montaña que pretenden dinamitar desde abajo para dejarme de
nuevo en el suelo, para que tenga que construir otra...
Y ¿con qué perspectivas
podría enfrentarme de nuevo a tan ardua tarea con la sospecha de
poder ser robado de nuevo?
¿Acaso sería feliz
mientras mis riquezas aumentan a la vez que se incrementa el deseo de
apoderarse de ellas por otros desalmados?
Necesariamente el dominio
de cada vez más posesiones exige una paralela creciente inversión
en mecanismos que aseguren su protección, que eviten todo peligro...
Es la historia de la humanidad, la continua protección de las
posesiones, sean del tipo que sean, ante el riesgo certero de una
sustracción...
Solo porque alguien decide que viene a este mundo para que todo le
sea puesto por delante sin que tenga que trabajar nada por
conseguirlo...
Es la idea del iluminado, del que ha nacido con estrellas y va a
vivir de forma confortable el corto periodo con que ha sido
bendecido...
Aunque seas el hombre más pobre de la Tierra siempre habrá otro que
intente apoderarse de tus escasas pertenencias, de tus ropas, que
siempre tendrán alguna utilidad...
¿Puede haber algo más
triste que despojar absolutamente del todo a aquel al que ya no le
queda nada, al que ha sido progresivamente privado de sus
pertenencias?...
Ciertamente puede que exista, ya que la vida es una compleja amalgama
y, aún más, convivencia de alegrías y de tristezas, de amores y
desamores, de ilusiones y desilusiones...
Y debemos enfocarla, muy especialmente, a que aquellos malos momentos
sean los mínimos indispensables, que no se queden en nosotros más
que el tiempo necesario y ni un minuto más...
Recuerdo que, desde
pequeño, esa ha sido mi máxima, no dejando que los contratiempos se
apoderaran de mí, que me subyugaran, que me hundieran hasta caer en
la más profunda desesperanza.
Levantarse, siempre
levantarse y continuar el camino interrumpido, no detenerse, salvar
las complicaciones que se pusieran para que no lograra alcanzar un
determinado objetivo, llegar a una meta y cumplir el sueño.
Y eso mismo es lo que
pretendo hacer ahora, superar la dificultad, lograr huir, salvar mi
vida, llegar a buen puerto y después, continuar y seguir luchando
por todo lo que me pertenece...
Mi familia, mis hijos, los amigos, todo aquel que me hace luchar por
seguir permaneciendo junto a ellos, porque así quieren que sea,
porque yo soy también parte de sus vidas, su componente vital...
Esa es nuestra esencia, y no nos engañemos con otras filosofías que
a lo largo de toda la historia pretenden explicar la vida humana sin,
por ello, pretender hacer de esta la idea universal, inmutable...
He corrido
desesperadamente hasta que mis piernas han flaqueado, comenzado a
temblar pidiendo que me sentara junto a este árbol, el del gran
tronco, el que acogería mi agotada espalda dando descanso al resto
del cuerpo...
Oculto en el bosque no darán conmigo, lo que me permitirá solo unos
minutos sin sobresaltos para, a continuación, volver a la carrera,
poner más tierra de por medio, hacerme desaparecer de la faz de la
Tierra...
Y cuando regrese junto a los míos comenzará una nueva vida, una
vida que será más controlada, en la que tendré menos libertad si
pero que, asimismo, me dará mayores garantías de que no volveré a
ser secuestrado...
Oigo ruido, ruido como de
gente que se aproxima, unos gritos que penetran el bosque sin que
éste pueda, con su densa maleza, hacer nada por evitarlo, por
obstaculizar los sonidos procedentes de gargantas humanas que
atraviesan el aire.
Tal vez haya sido
descubierto, perseguido, y finalmente acorralado... aunque no oigo
perros sabuesos que con su olfato casi divino puedan ser capaces de
dar conmigo y que, en ese caso, me harían totalmente imposible ya la
huida, fatal desenlace.
Espero que se aproximen,
sin atrever a moverme, e intentando vanamente buscar una explicación
al por qué de que mis piernas se hallen paralizadas, ya sea por el
miedo o por el cansancio, o acaso por ninguna de ambas razones.
Desde luego, escucho
llamarme por mi nombre, ese nombre que antes odiaba, el que procuraba
llegar a ser motivo de burla en mi niñez pero que, cuando uno se
hace mayor, madura, resta importancia e incluso llega a anular su
errónea importancia.
La batida continua
incansable, los hombres avanzan sabedores de que su esfuerzo será
plenamente recompensado porque la captura de mi persona tendrá el
resultado que siempre han deseado obtener, negándose a renunciar a
él por todos los medios que tengan a su alcance.
Finalmente aparecen ante
mí hombres uniformados, pertrechados con potentes armas, ataviados
de una guisa tan particular que me hace reconfortarme y asumir, ya
sin ninguna duda, la idea de que no estaba siendo perseguido por mis
captores sino que, definitivamente, estaba siendo liberado.