(este texto forma parte de un proyecto que no se culminó. Sin embargo, este, digamos, capítulo, ha tenido tal repercusión que me veo en la obligación de darle una mayor difusión)
Eusebio
despertó. Tomasa estaba a su lado, profundamente dormida, con las
piernas ligeramente entreabiertas y mostrando su sexo que, en esos
momentos, rezumaba el semen en él vertido a lo largo de aquella
noche. Eusebio quiso recrear un tiempo la mirada en aquella grieta
rosada que dejaba escapar su semilla. Después miró hacia sus
pechos, grandes y proporcionados, elevándose y descendiendo, acompasadamente, con su respiración.
'Desde luego, Jacinto puede considerarse un hombre afortunado', pensó.
Pero la verdad es que
todos los hombres de aquel pueblo lo eran, porque, tarde o temprano,
terminarían yaciendo con Tomasa. Entonces recordó la noche
anterior. ¡Qué noche! Y, tras ella, recordó que habían despertado
y que estaban solos en el pueblo. ¿Había ocurrido realmente eso o
todo era un mal sueño? Decidió que se lo preguntaría a Tomasa
cuando despertara.
Tal
vez le hubieran echado algo en su bebida. Así eran de cabrones.
Tomasa comenzó a abrir los ojos y se volvió de lado, intentando
tapar algo de su cuerpo a la vista de aquel que no era su marido.
Eusebio se echó un poco a un lado para poder visualizar, asimismo,
aquel hermoso trasero, que hasta ahora había permanecido oculto.
Tomasa recogió la sábana y se la echó por encima simulando tener
frío. Después se la arremolinó en su cuerpo para levantarse y
dirigirse al cuarto de baño. No había nada más que hacer con ella
y, algo apenado, comenzó a vestirse mientras le preguntaba si
recordaba algo del día anterior.
- ¿Qué es lo que te pasa, Eusebio? ¿A qué viene esa pregunta?
- ¿Recuerdas que nos levantamos y no había nadie en el pueblo?
- Solo hemos pasado una noche, Eusebio ¿qué estás diciendo?Eusebio calló. Ya tenía la respuesta y confirmaba sus sospechas. Pero lo que más le dolía era que solo había sido una noche.
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