Solo él supo en aquel momento por qué lo hizo. Ni siquiera su mejor amigo, Gauguin, el afamado pintor, tuvo noticia del desafortunado hecho, a la vista de los demás, incluido el doctor, hasta algún tiempo después. Tampoco aquel quiso atormentarlo más, bastante tuvo.
La oreja fue regalada por el propio Vincent Van Gogh a su amiga, la prostituta, la única que le hizo caso en su asquerosa vida, quien sabe si con el extraño propósito de que le hablara en sus momentos íntimos y solitarios, al igual que lo hizo con él en las pocas ocasiones que tuvo la suerte de estar junto a ella. Lo cierto era que el pintor siguió escuchándola en su interior, a través de la regalada oreja.
Ese fue el único consuelo que tuvo hasta un momento antes de proceder a quitarse la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario