viernes, 5 de septiembre de 2014

Hasta aquí llegamos

Los martes no puedo venir -me dijo-, tengo psicoterapia.

Una excusa muy débil, e insostenible, porque tan solo bastaba echar un vistazo a su agenda para comprobarlo. Y esto era relativamente fácil: como secretaria suya podía acceder a su despacho y ojearla en cualquier ausencia de las tantas que tenía su jefe. Muy torpe por su parte.


'O, tal vez, ya no le importe y me está dando calabazas', pensó. 'Entonces, lo está haciendo completamente a sabiendas de que puedo constatar que me ha mentido. No tendrá ningún escrúpulo en hacerlo, pero ¿por qué? Tal vez lo haya intuido su esposa y pretenda echar tierra en el asunto, acabar con una relación que le costaría el matrimonio y, dado su patrimonio, algo más que eso, porque le sacaría hasta el último céntimo.'


Aún recordaba la última vez, hacía tan solo tres días. Estuvieron cerrando el balance hasta tarde. Después, y tras una breve llamada a su esposa argumentando complicaciones con los cuadres de la cuentas, fueron a cenar a un restaurante nuevo, donde por cierto quedó gratamente sorprendida por el ágape. Una copa final para bajar la comida y, ¡traslado a su nidito de amor!


En esta ocasión no había prisas. Se tomó su tiempo en desvestirla lentamente, en acariciar cada palmo de su cuerpo que se iba descubriendo, en recorrer parsimoniosamente sus labios por su espalda hasta detenerse en la comisura de los glúteos. Después la giró y se dirigió directamente a su sexo, recreándose con su clítoris en lo que le parecieron interminables minutos. La posterior penetración fue de las mejores que había experimentado en su corta vida. Y ahora si, y esto lo entendía perfectamente, no había lugar para dormitar un rato junto a él, ya que el “cuadre de cuentas” por fuerza tenía que haberse finalizado.



Eran las dos de la mañana cuando la abandonó con un simple ¡hasta dentro de un rato! Y por todo ello no podía entender aquella excusa dada esa tarde, la de los martes. A no ser que hubiera sido descubierto en su infidelidad. ¿Cómo podría preguntárselo? Y, sobre todo, ¿tendría una respuesta sincera?

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