Suspiró profundamente y recogió dos cubiertos caídos del suelo,
tras el gran golpe propinado a la mesa por el desaforado padre. Pensó
que aquello era injusto y comenzó a sentirse latir las venas en la
sien como hasta ahora no lo había sentido. Su padre seguía
despotricando cada vez más, lo que le produjo al hijo un estado de
excitación aún mayor. Entonces ocurrió. Mientras su cuerpo tomaba
dimensiones extraordinarias, miró a su padre, que ya era el gigantón
verde.
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