lunes, 13 de octubre de 2014

Déjà vu

Utilizamos esta expresión francesa para indicar que algo que ha ocurrido, o algo que se iba a decir, teníamos, de alguna manera, la sensación de que iba a ser tal cual ha sido. Una especie de premonición que, en ciertos momentos de nuestras vidas, nos ocurre a cualquiera de nosotros.

En este relato corto que leerán a continuación, hay algo de esto entrevelado. Y también un guiño al famoso relato de la chica de la curva. Léanlo y opinen.




La mañana era fría, muy fría, y ya habían pasado los idus de marzo. Aunque el pronóstico del tiempo para el fin de semana era de lluvias. Para quedarse en casa. Sin embargo, el cielo en ese momento estaba libre de nubes y ya clareaba. En la cama se estaría muchísimo mejor, pero había que acudir al trabajo. Y aún podía dar gracias que lo tuviera, con los tiempos de crisis que se estaban viviendo últimamente. Por ese mismo motivo había que economizar gastos, y qué mejor medio de hacerlo que compartiendo coche con compañeros de trabajo. Esperaba no hacía mucho rato, y la necesidad de fumar apremiaba. Sacó un cigarro de su bolso y se lo puso en la boca. Lo encendió y aspiró una deleitable bocanada del complejo químico, mientras miraba ensimismada a la carretera a la espera del deseado vehículo que la quitase de pasar más frío. Lo reconoció a una cierta distancia, incluso pudo distinguir a su conductor, a quien esperaba, y le molestó sobremanera que apareciera justo cuando había acabado de encender el cigarrillo.


El coche se acercó lentamente, reduciendo su marcha para aproximarse a la acera y recoger a su paciente compañera. Ésta apagó el iniciado cigarro en el poste de una señal de tráfico, vigilando que, efectivamente, quedase apagado del todo. Aún podría retomarlo en otro momento, más tarde, mientras tomaba su primer café con otros compañeros, o tal vez, ya en su puesto de trabajo, y lo guardó. Dirigió sus pasos hacia el coche, con su brazo derecho extendido para acceder a la manecilla de la puerta, pero éste ya no estaba allí. Desapareció delante de sus narices. Miró en la dirección de la calle que, necesariamente, debía haber seguido, pero no lo vio. Miró hacia el otro lado, por si había dado marcha atrás. Nada. ¿¡Qué diantres estaba pasando!?.


Mientras discurría si, realmente, lo había visto, volvió a aparecer. Hizo el mismo movimiento, reducción de velocidad y aproximación a la acera. Ahora no quitó la vista de la calle. El coche paró. Ella abrió su puerta, dio los buenos días y, a renglón seguido, preguntó si había pasado por allí hacía un momento. Ante la respuesta negativa calló y quedó pensativa. El coche iba rápido a pesar de ir con tiempo sobrado, por lo que avisó a su conductor para que redujera la marcha, sobre todo, viendo que se acercaba una curva peligrosa. Cuando pasaron la curva, el conductor miró por el rabillo del ojo hacia su pasajero. El asiento estaba vacío.

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