viernes, 24 de octubre de 2014

Cinematografía 4D

Tras escribir la siguiente historia tuve noticia, a través de un amigo, de que esa idea ya se alumbró en la mente de alguien hace pocos años. La realidad es que aún hoy día sigue siendo un proyecto.



El proyecto era pretencioso; no le cabía la menor duda. Sin embargo, para aquel productor cinematográfico, cualquier nuevo proyecto debía ser estudiado minuciosamente porque, en los menos pensados se le había dado la circunstancia de llegar a ser grandes. Así ocurrió con el ya lejano de la visualización en tres dimensiones.


En su momento, la utilización de unas gafas de cartulina, con un plástico azul para uno de los ojos y rojo para el otro, que permitía ver películas, dada la técnica de grabación empleada, de forma que las imágenes parecían acercarse asombrosamente hasta los mismísimos rostros de los espectadores, fue asumida con gran escepticismo en un primer momento. No obstante, aunque las gafas fueron desechadas por su fragilidad y sustituidas por otras más resistentes, aún hoy en día siguen utilizándose con ligeras modificaciones, suponiendo una auténtica revolución en la historia. Lo mismo ocurriría con el sonido envolvente y otros efectos adicionales, como el temblor controlado del
suelo, para aquellas proyecciones que lo requiriesen, fundamentalmente las basadas en catástrofes... 


Sin embargo, en esta ocasión iba a asistir a una proyección única, a la que, a los factores iniciales básicos, audio y vídeo, con sus variantes 3D, se sumaba otro, la transmisión de sensaciones odoríferas. La idea era hacer partícipe al espectador de las fragancias que se pudieran desprender en el entorno visualizado. Así, si el protagonista de la película, por ejemplo, paseaba por un jardín, podían percibirse los aromas emanados de las diversas flores que lo poblasen al igual que lo harían los actores en el rodaje. Esto requería de una ingeniería técnica tal que, en función de la escena, los vaporizadores distribuidos por la sala de proyección expeliesen la adecuada combinación de elementos químicos que produjeran el olor deseado. En principio parecía posible. No le veía una especial dificultad que pudiera dársele a los profesionales del sector, los cuales estarían apoyados en todo momento por perfumistas cualificados, como ya le habían informado. Una vez determinados los componentes, el trabajo del perfumero había finalizado y el combinado de elementos sería distribuido, junto con la película, a todas las salas que la proyectaran. Por tanto, no era descabellado; ya vería su resultado.


La película era experimental, hecha ad hoc, por tanto, el argumento y su calidad técnica eran lo de menos. Hablamos de un cortometraje, el suficiente para considerar algunas situaciones propicias para transmitir los olores pertinentes. Se trataba de confirmar que podría ser interesante acumular a los efectos visuales y auditivos los propiamente odoríferos. Era un paso mas para asegurar el futuro de la industria, en franca decadencia en los últimos tiempos motivada por la visualización casera, y en muchos casos fraudulenta, de toda producción que saliera al mercado cinematográfico. Un aliciente para continuarla, ya que difícilmente podrían reproducirse en cualquier otro lugar las excelsas condiciones de las salas de exhibición. Por tanto, si aquello funcionaba bien tendría su incondicional apoyo. Las luces se apagan y comienza la proyección.


Un hombre atraviesa el desierto de Mojave con destino a Las Vegas
(no tenia experiencia en cruzar ningún desierto, por lo que los olores que percibía en el fragmento debían identificar ese paisaje. Lo dio por válido)

Cuando abandona el desierto se acerca a unas caballerizas
(aquí si que era capaz de reconocer el olor, el de los excrementos de los equinos, unido al del heno... Le daba la sensación de estar con el actor en el mismo sitio. Aquello prometía)

Da de comer y beber a su caballo, y hace lo propio penetrando en una casa donde sirven comida
(el estofado que hay preparado allí desprende un apetitoso olor... Y el licor con el que acompañará la comida tiene un aroma exquisito, según puede constatar cuando el actor se acerca la copa para beber. Al menos esos eran los olores predominantes. Supuso que le rodearían otros que quedaban en un segundo plano)

La comida es interrumpida por tres jinetes que llegan. Son cuatreros. Se introducen en la posada y amenazan a todo el que se encuentra allí, disparando varias veces al aire
(el olor de la pólvora se introduce sutilmente por los orificios nasales del productor. Está allí, con los forajidos, con el actor, con todos los que en ese momento los acompañan... ¡Increíble!)

La cámara se dirige entonces bajo la mesa del actor para hacer ver que intenta sacar su pistola. Lo consigue y se levanta de su mesa para intentar acabar con todos; es un excelente tirador. Pero liquida solo a dos, mientras el tercero le dispara certeramente en su estómago y cae fulminado, escapando a continuación.
Fin


No daba crédito. La innovación tenía todos sus parabienes... Preguntó para cuándo estaría disponible e inmediatamente firmaron el contrato. Un contrato cuantioso, era cierto, pero los beneficios ya eran palpables. Los directores le rogarían, ¡de rodillas!, la nueva técnica. El cine tomaría un giro inesperado.


De pronto sintió una punzada en su vientre. ¿Nervios, o tal vez la copiosa comida que estaba pasándole factura?... Salió a la calle a tomar algo de aire fresco, a pasear. La punzada parecía remitir. Quizá adoptó una mala postura, o los nervios le habían cortado la digestión. Nada que no pudiera solucionarse con unas pastillas.


Regresó de nuevo hasta donde tenia su vehículo aparcado. Cuando llegó hasta él, sacó su llave y la introdujo en la cerradura. Entonces cayó desplomado. La gente se arremolinó y alguien avisó a los servicios sanitarios de emergencia, que no tardaron más de cinco minutos en llegar. El productor moriría en manos de ellos.


La endoscopia practicada no ofrecía ninguna duda. Diagnóstico: hemorragia gastrointestinal con posterior encharcamiento de pulmones en sangre. Fin.

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