sábado, 5 de septiembre de 2015

Efectos colaterales

Cuando Phil cogió su vehículo para realizar la entrega, maldijo el momento en que se obligó a ello. Aquel en que se encontraba hablando con unos amigos, tomando unas copas... Quizá esa fuera la causa de su falta de reacción adecuada, pero ya era tarde. Ahora tenía que acudir a la cita, a tiempo. Ya sentía sobre sus hombros la pesada losa del tiempo, presionando, impidiéndole moverse... Flexionó su cuerpo sobre el sillón y giró la llave de contacto.


A Robert le pareció que era pedirle demasiado. No solo tenía que recoger a los niños del colegio a la hora de salida, sino que, dado que él debía seguir trabajando, tenía que llevarlos a casa de los abuelos antes de que comenzaran las obras de la calle que, por ese motivo, sería cortada al tráfico. De llegar más tarde tendría que aparcar el coche al menos tres manzanas más lejos, llevarlos andando y, además, cargando con las mochilas llenas de libros.

 
El servicio de emergencias sanitarias decidió que era preciso trasladar a la señora Hathaway al Bellevue Hospital Center. Ellos no podian hacer nada más y era del todo punto necesario que se la interviniera quirúrgicamente en breve plazo, pues corría el riesgo de morir. Los familiares estuvieron totalmente de acuerdo y, nerviosos, apremiaron a los sanitarios para que no se perdiese un segundo más.



Nick cerró la operación telefónicamente. Ahora solo era cuestión de ir al aeropuerto, coger el próximo vuelo a Boston y, con suerte, llegar antes de las nueve de la noche para firmar el contrato millonario suscrito con la empresa Betelgeuse. Si no era en ese mismo día, la opción dejaba de ser operativa ya que, al día siguiente, la cotización de los valores bursátiles se vendría abajo y debería esperar una nueva oportunidad que tal vez no llegase nunca más.


El FDNY fue avisado de un incendio grave que estaba teniendo lugar en la esquina de la treinta con la séptima. Una llamada advirtió de un piso en llamas y personas pidiendo auxilio desde las ventanas. Las sirenas comenzaron a sonar nada más colgar el teléfono. Un par de camiones se dirigían hacia el lugar, conducidos por los más expertos. Tiempo estimado de llegada, unos diez minutos.


Phil arrancó con brusquedad. Necesitaba llegar cuanto antes al punto de entrega, realizarla y volver a tiempo para ver el partido. No se preocupó demasiado de respetar las señales o los semáforos (a punto estuvo de pillar a un peatón) y, finalmente, terminó impactando con otro vehículo en un cruce. Los coches comenzaron a amontonarse, a girar para tomar una alternativa, a dar marcha atrás... en definitiva, colapsaron el tráfico.


Entonces Robert se vio envuelto en el atasco y pensó que quizá no llegara a tiempo a recoger a los niños, por lo que el profesor, o quien sabe si incluso el mismísimo director, tendría que hacerse cargo de ellos hasta que él apareciera. Esto podría acarrear, asimismo, que cuando llegase a la residencia de los abuelos, la calle ya se encontrase cortada. Pegó un puñetazo al volante y se resignó.


El furgón que transportaba a la señora Hathaway tuvo que pasar entre una estrecha fila de vehículos, ante la imposibilidad de poder retirarse estos, y su velocidad se vio seriamente disminuida. ¿Cómo explicar a los familiares que no dio tiempo a llegar al hospital?


El avión a Boston despegó, pero Nick no se encontraba a bordo. Cuando pudo librarse del monumental atasco pisó a fondo el acelerador y llegó al mostrador de la terminal justo cuando se había cerrado la venta de billetes. El próximo vuelo salía dos horas más tarde, lo que suponía que el negocio se había ido al garete.


Los bomberos, a pesar de la pericia de sus conductores, llegaron a tiempo tan solo para sofocar el incendio. Un minuto antes habían perecido los ocupantes de la vivienda, como así pudo determinarse por el informe de los forenses.

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