-
Recluida en el pozo seco, pronto se callará- le dijo el auxiliar a
su jefe. - Tengo que reconocer que su mirada de ojos tristes, su
llanto implorando perdón por haber pedido que se le diera de comer,
estuvieron a punto de hacerme ceder a sus ruegos. Sin embargo, me
mantuve firme, fiel al protocolo de este centro de día. No podemos
dejar que estos viejos nos manipulen ¿verdad?.
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