Como
un bigote a lo antiguo, debajo de la nariz. Así le quedó la
cicatriz producida en el accidente, que se negó a disfrazar mediante
cirugía estética aunque lo mostrara incongruentemente su femenina
cara.
Había
llegado al limite de lo soportable y aquella
era la señal de la victoria, la que dominaría sobre el resto de
marcas en el cuerpo producidas por el indeseable que, en el asiento
del copiloto, no tuvo la suerte de sobrevivir.
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