domingo, 14 de abril de 2019

La macro-aplicación

No hay mejor tarde para quedarse en casa que aquella en la que fuera está cayendo un simulacro de diluvio, como si no fuera a llover nunca más. Por eso para Lucas, David y Esther, esa tarde era el momento ideal para reunirse en casa del primero y, de esa forma, comprobar el extraordinario descubrimiento que Lucas les había comunicado una semana antes. Se trataba de una aplicación informática con unas cualidades para organizar, tabular, obtener previsiones, y algunas otras tan impresionantes que dejarían sin habla a aquellos que presumen hasta la saciedad de conocerlo todo, de no quedar ningún secreto en la red de redes que permanezca oculto a sus ojos.
Lucas había dado con algo novedoso, y necesitaba descubrirlo a fondo. Por eso había estado trabajando durante todo un mes prácticamente sin salir de casa más que para asistir a sus clases y poco más de obligado cumplimiento, nada de actividades de ocio. Y por fin había llegado el momento de mostrar el hallazgo a su mundo más cercano, sus mejores amigos. Después vendría la presentación al resto, el encumbramiento, ¡la GLORIA!. 
L.: Tenéis que prometerme guardar el secreto. Me ha costado un gran trabajo localizar la aplicación, desarrollarla,...
E.: No te preocupes Lucas. No tienes que temer una previa y desautorizada divulgación por nuestra parte.
D.: Tu descubrimiento está a salvo con nosotros.
L.: Bien. Como os iba diciendo me ha costado un  gran esfuerzo poder llegar a relacionarla con las existentes en el mercado y lograr una macro-aplicación capaz de resolver hasta los enigmas históricos que han perdurado hasta nuestros días.
Y se puso manos a la obra con el ratón y el teclado. Apenas sus amigos eran capaces de seguirlo en su intrincado laberinto de acceso mientras Lucas les iba explicando las rutas por las que se movía. Finalmente llegaron a la aplicación que tan de cabeza había traído a Lucas durante tanto tiempo y, desde luego, simplemente la pantalla inicial hacía presagiar descubrimientos maravillosos de lo que podría llegar a conseguirse con ella.
Entretanto la lluvia seguía cayendo con la misma intensidad, de tal forma que el alcantarillado no daba abasto a absorber tanta cantidad de agua. Ello dio lugar a que las calles se convirtiesen en auténticos ríos, por las que el agua descendía en rápidos torrentes arrastrando todo lo que encontraba a su paso. De hecho, las autoridades del país ya habían alertado de ese riesgo, pero la noticia pasó desapercibida para los chicos que, ajenos al recio temporal, seguían descubriendo la herramienta informática más poderosa jamás vista.
L.: Como podéis observar ella sola enlaza con el resto de aplicaciones y se sirve de ellas, de forma que son “obreros” que ayudan a que el “patrón” consiga sus objetivos.
D.: ¿Quieres decir que esta aplicación puede manejar al resto a su antojo influyendo incluso en su operativa?.
L.: Así es. En cierto modo las obliga a que funcionen según las pautas que les marca. Las abre y cierra según sus necesidades. Son auténticas esclavas a su servicio.
E.: Sorprendente.
L.: Aún hay más. Ahora veréis.
Lucas siguió tecleando y moviendo el ratón frenéticamente. Ahora la pantalla se quedó totalmente negra y, poco a poco, desde el centro, empezaron a salir círculos concéntricos. De ellos irradió, primero un haz de luz azul correspondiendo con el color del primer círculo, después uno verde y, a continuación, uno rojo, siguiendo con la secuencia de los círculos. Las luces invadieron la habitación, débilmente iluminada, con tal intensidad que lograron hacer saltar por los aires un objeto de cristal situado en un estante próximo a la pantalla del ordenador. David y Esther estaban boquiabiertos observando aquel impresionante espectáculo de luces y colores. Poco podían imaginar lo que sucedería a continuación.
Un haz de luz rodeó a David, lo zarandeó y levantó en el aire. Esther no podía creer lo que estaba viendo, pero tampoco Lucas, a quien el acontecimiento sorprendió aún más, ya que en experimentos anteriores jamás había ocurrido. Mientras Esther chillaba “apaga el ordenador, apágalo, deprisa”, Lucas estaba bloqueado presenciando aquella luz que había capturado a David y lo tenía suspendido en el aire, cual si se tratase de una enorme serpiente que ha atrapado a su víctima. Por fin reaccionó y se puso a pegar manotazos en el teclado, después tiró del cable de conexión y el ordenador se apagó, llevándose consigo al interior del monitor a David después de operar una fantasmagórica transformación de su cuerpo.
David había desaparecido de la estancia. Esther pudo pronunciar a duras penas: “¿qué demonios has hecho Lucas?, ¿dónde está David?”, mientras daba vueltas como loca a la habitación llorando y maldiciendo.
Lucas no podía creer lo que había visto. Pensaba que tal vez se tratase de una pesadilla. Había estado trabajando demasiado tiempo con esa aplicación y se le había metido hasta en sus sueños. Quizá la cena de la noche anterior había sido más copiosa de la cuenta. Pero, desgraciadamente, no se trataba de una pesadilla. 
─Tenemos que denunciar su desaparición Lucas, pero ¿cómo lo vamos a explicar?
─No sé Esther. Nos hemos metido en un gran lío. Pueden incluso acusarnos de asesinato.
─Por Dios, Lucas, piensa. Haz algo.
─Lo único que se me ocurre es volver a encender el equipo. Tal vez la aplicación pueda devolverlo, como hace con sus herramientas de apoyo.
─¡Estás loco! David ha desaparecido delante de nuestras narices y lo único que se te ocurre es volver a encender ese diabólico aparato. ¿No has pensado que puede volver a hacer lo mismo y “llevarnos” a todos a un limbo?. Pobre David...
─¿Y qué otra cosa podemos hacer? ¿Crees que la policía podrá ver lo que realmente ha pasado?. No podemos hacer entender a nadie lo que es increíble, y lo más probable es que crean que nos hemos deshecho de él y ocultado su cuerpo. Nos interrogarán hasta que terminemos por admitir lo que ellos quieren oír y jamás encontrarán su cuerpo. Nos pudriremos en la cárcel.
─Por favor, Lucas. No lo estropees más aún... No puedo creer lo que nos está ocurriendo. ¿Qué habrá sido de David?. ¿Cómo lo explicaremos a sus padres?
─Créeme Esther, nada de esto había pasado en las pruebas anteriores. Lo que os quería mostrar era que después de las irradiaciones de color el ordenador proyectaba holográficamente en un semicírculo las diversas aplicaciones abiertas, permitiéndote trabajar de forma virtual con múltiples “ordenadores”, siempre bajo la batuta del director de orquesta... Esther, espero que pronto despertemos de esta pesadilla.
─Las pesadillas las sufrimos individualmente, no dos personas a la vez. Por tanto, no estamos soñando Lucas, esto es la pura y cruda realidad.
─Bien. Puesto que yo he sido el causante debo correr el riesgo en solitario. Esther te pido que abandones la habitación. Voy a volver a conectar el equipo. 
La lluvia había cesado. Lejos se oían ya los truenos que también habían acompañado la terrible experiencia de los chicos. Lentamente todo iba volviendo a la normalidad y ahora había llegado el momento en que la decisión de Lucas debía hacer que David “milagrosamente” retornase a la habitación desde algún lugar ignoto. Esther seguía pensando que aquello era una locura, que Lucas no debía arriesgarse a terminar desapareciendo como su amigo. Pero Lucas estaba firmemente convencido de que era la única cosa que podía hacer, y volvió a rogarle que lo dejara a solas. No quería cargar con otra desaparición, si es que él mismo lograba escapar a semejante engendro. Definitivamente, Esther salió a regañadientes, muy a su pesar.
La tensión que invadía el ambiente se podía palpar. Lucas encendió el equipo e intentó tranquilizar el súbito acelerón de su corazón usando métodos de relajación ampliamente conocidos por él, técnicas que solía usar en épocas de exámenes, sobre todo si eran finales. Pero a la vez Esther, que esperaba fuera, estaba igualmente nerviosa, con el agravante de que ella no conocía aquellos métodos que usó Lucas. Más bien cuando le ocurría solía recurrir a fármacos, sin embargo en casa de Lucas no era probable que encontrase nada de eso.
Habrían transcurrido tan solo un par de minutos cuando Esther llamó nerviosa a la puerta de la habitación. 
─Estoy bien, Esther. Tranquila, estoy enlazando los programas que abren la macro-aplicación. Todo va normal, pero,... por favor te lo pido, si llegara a ocurrir lo mismo conmigo no apagues el equipo cuando entres. Observa qué es lo que te muestra la pantalla. Tu ya conoces la forma que tiene la aplicación. Si la sigues viendo pulsa el botón de eliminar, es lo único que se me ocurre. Si no funcionase que Dios te ayude... y perdóname, por favor. Solo podré tener tranquilidad al otro lado si sé que cuento con tu perdón. 
Mientras decía esto, la aplicación estaba ya en pantalla. Había llegado el momento decisivo. Su corazón debería estar latiendo por encima de las 100 pulsaciones por minuto. Respiró hondo durante unos segundos, expiró el aire lentamente. Volvió a hacer lo mismo unas cinco o seis veces hasta que el corazón restableció su ritmo. Lucas conectó con la macro-aplicación y, sorprendentemente, en la pantalla comenzó a escribirse de forma automática lo que parecía un mensaje dirigido a él. Esther se impacientaba.
─¡Lucas! ¿estás bien?. ¿Qué está pasando?, háblame.
─Esther no lo vas a creer. David está vivo. Me escribe desde alguna parte pidiendo ayuda... Espera, me está diciendo qué tengo que hacer para conseguir hacerlo volver. Parece que David puede controlarlo todo desde dentro.
El ordenador empezó a irradiar haces de luz que se colaron por la rendija de la puerta. Esther volvió a llamar nerviosa y Lucas la tranquilizó. Un fogonazo terrible destelló en la habitación y la columna de luz que entonces envolviese a David empezó a surgir de la pantalla. Esther golpeó insistentemente la puerta.
─Por Dios Esther, no entres ahora...
─Pero necesito saber que estás bien, quiero entrar.
─Esther, tengo delante de mí a David en holografía, por favor no entres. No quiero que todo se estropee.
Efectivamente, David había resurgido de unas tinieblas informáticas y, poco a poco, su cuerpo adquiría consistencia, a la vez que la luz iba volviendo velozmente a introducirse en la pantalla. Al cabo de unos interminables segundos David se estremeció con una sacudida, como si hubiese recibido una descarga eléctrica de alto voltaje y recuperó su estructura física. La aplicación se desactivó sola.
Lucas dudó unos instantes. Finalmente se apresuró a apagar el equipo, abrazó a David comprobando que estaba bien y le dijo a la ansiosa Esther que entrase inmediatamente. Los tres se abrazaron durante unos minutos sin mediar palabras.
No hacía falta decir que la macro-aplicación se perdería en los confines de la memoria de Lucas, que todo apunte o mención a la misma se destruiría inmediatamente, y que no se haría ningún esfuerzo por intentar recordar los accesos a la maldita aplicación. La experiencia jamás se contaría a nadie.

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