domingo, 10 de julio de 2016

Agradecimientos

A todos los lectores estadounidenses, rusos, chinos, franceses y españoles (creo que no me olvido de nadie) que me siguen desde el minuto uno en que subo un trabajo. Me sorprende gratamente ese grado de fidelidad a mis humildes textos.

Helping María

María despierta tumbada en el sofá del comedor en una casa que no es la suya y tiene una pistola descargada en una mano y en otra, unas llaves de coche. Cuando se incorpora, descubre un cadáver acuchillado que yace a sus pies, pero sin herida de bala alguna. Tiene amnesia y no sabe que ha pasado ni que hace ahí y necesita tu ayuda, escribe un relato con su historia para hacerla recordar.
(estas eran las premisas ideadas por un escritor, cuyo pseudónimo es León27)
A continuación, mi aportación al proyecto.

La Científica se marchó con todas las pruebas de que pudieron hacer acopio, mientras María, sentada en el sofá en el que presumiblemente había dormido unas horas, con ambas manos en su cabeza, intentaba hacer memoria de lo ocurrido ante un agobiante detective que no paraba de preguntar.

Lo que necesito que me explique es por qué tenía usted una pistola descargada si no llegó a usarla contra la víctima que murió, al parecer, por arma blanca. ¿Llevaba esa pistola como protección y olvidó cargarla? ¿O, sencillamente, era un objeto intimidatorio? inquirió de nuevo mientras María negaba con su cabeza. 
No, no. Esa pistola no es de mi propiedad. No tengo permiso de armas, como podrán comprobar, y no llegué a conocer a ese tipo. 
Entonces ¿cómo puede explicar que se quedara en su casa? ¿Tal vez un encuentro en algún bar de copas, una primera cita? 
No puedo recordar qué pasó después. Lo conocí en la biblioteca pública y quedamos para tomar algo unas horas más tarde. Quizá me suministrara alguna droga en la bebida para aprovecharse de mí. Ni siquiera sé como llegué hasta esta vivienda ni por qué tenía las llaves de un coche en mi mano. 
Es posible que le drogara y la trajera hasta su casa. Las llaves serán las de su vehículo, pero necesito saber más. ¿Había alguien con ustedes dos? ¿Alguna otra chica, amigo? Tiene que intentarlo. De otro modo se enfrenta a una condena por homicidio de la que, créame, llegaré a averiguarlo todo. 
Creo que no. Ya le he dicho que no lo recuerdodijo claramente irritada. 
Haga el favor de tranquilizarse. Pretendo ayudarla. Tendremos que hacerle un análisis para determinar la droga utilizada, pero si es como usted dice que ha ocurrido no puede deducirse que, bajo sus efectos, fuera capaz de asesinar a cuchilladas a un hombre de esa envergadura. 
Pudo haber alguien en la vivienda que lo amenazara con esa pistola que, tal vez fuera de su propiedad, de la del muerto quiero decir. Viendo la inutilidad de usarla quizás recurriera a coger un cuchillo de la cocina. Supongo que me asustaría y cogería las llaves del coche para huir de allí, para no ser igualmente asesinada. Posiblemente, al ser descubierta, me noqueara y me dejara tumbada en el sofá. Por algún motivo que desconozco no decidió acabar también con mi vida o, tal vez, inculparme en el homicidio, quien sabe. 
Sí, es una hipótesis. Pero hay que demostrarlaintervino de nuevo el detective, echando por tierra la fantástica explicación que María había logrado urdir.
 
María se dirigió al coche de policía, acompañada por el detective, en dirección a los laboratorios. En su camino pasaron junto al vehículo estacionado frente a la vivienda. Miró al interior. Allí estaba su bolso y todo su contenido desparramado en el asiento.
La analítica, así como la exploración que le hizo el médico forense, no dieron muestra alguna de que María hubiese sido drogada, con una segura intención de abusar de ella. Era una chica bien parecida y con unas curvas de infarto. Tal vez, si hubieran intentado una violación bajo los efectos de un narcótico, el semen vertido en su vagina conduciría directamente al asesino. Pero no. El detective esperó tomando una taza de café bien cargado mientras revisaba una y otra vez su libreta intentando encontrar un hilo conductor. ¿Quién podía ser el propietario de la pistola? Estaba en manos de la Científica averiguarlo, pero la espera se le iba a hacer muy larga. Las posibles huellas que pudieran obtener del cuchillo, si es que el asesino, o asesina, hubiera sido tan torpe, llevaría a abrir un proceso investigador que también se dilataría en el tiempo. Estaba la última declaración hecha por María. Si lo que dijo fuera cierto entonces alguien había huido de la escena del crimen dejándola indefensa ante un claro homicidio. Tenía que ahondar en esa hipótesis a falta de otra cosa.
María no lo supo hasta más tarde, pero todo lo que dijo en última instancia había salido de su subconsciente de forma involuntaria, aparentando ser producto de su mente en un intento de dar una explicación plausible a aquel inquisidor detective. No dejaba de dar vueltas a su memoria para buscar la explicación al vaciado de su bolso mientras se vestía. No era una actitud normal en ella. Cuando no encontraba algo, buscaba y rebuscaba sin vaciarlo. Determinó que alguien intentó encontrar algún objeto del que se le escapaba su interés. O tal vez se apropiaron de información de su agenda de contactos. Poco después apareció de nuevo el detective.
Supongo que ya habrá sido informada del resultado negativo le dijo. 
Así es. ¿Puedo marcharme? Me gustaría descansar un poco.
Aún no. Y, créame, lo lamento, pero estamos recopilando pruebas. Tenga un poco de paciencia...
¿Es que estoy detenida?
No, pero le recomiendo que se vaya buscando un abogado. Debe comprender que estaba en la escena del crimen y lo único que cuenta a su favor es que se quedó allí, tumbada en el sofá. Si usted hubiera matado a aquel hombre no se habría quedado. Además, va usted indocumentada. Aún no ha llegado el vehículo con su bolso en el interior.
Me gustaría comentar, en relación con esto, que mi costumbre no es vaciar el contenido. Y al pasar junto al coche, cuando nos dirigíamos al vehículo policial que nos trajo hasta aquí, observé que todo el interior estaba esparcido por el asiento, lo que demuestra, aún más, que hay una tercera persona que deben buscar.
Bueno, esa es su visión.
¿Qué quiere decir?
Lo que pretende usted no es una prueba exculpatoria definitiva. El detalle que ha comentado no serviría ante un tribunal hizo una pausarecuperará usted sus pertenencias y podrá marcharse pero recuerde que está ante un grave problema concluyó intentando ser lo más condescendiente posible.

María dejó escapar unas lágrimas. El detective estaba acostumbrado a esas escenas y tan solo, por educación, accedió a facilitar a María unos pañuelos, levantándose acto seguido de su asiento para dirigirse a su despacho con el fin de recopilar toda la información. A través del ventanal, con la cortinilla abierta, y la luz del día inundando la estancia, podía seguir viendo a aquella mujer. Lo tenía difícil, pero quería salvarla del grave aprieto en que se encontraba, porque en el fondo confiaba en su inocencia. Se sentó a la mesa y extrajo de la cajonera que se encontraba a su derecha una carpeta que contenía algunas de las anotaciones realizadas en su libreta, más las fotos que la Científica había realizado en el lugar del crimen.
Observó éstas con detenimiento, pasándose la palma de su mano por la cabeza, alisándose el pelo. Era un acto que le proporcionaba cierto relax, por la fricción que realizaban los dedos con el cuero cabelludo. En una de ellas se veía el cuerpo de la víctima, boca abajo, en un charco de sangre. No tenía más que una cuchillada en la parte izquierda, pero esa no parecía ser la mortal sino más bien una postrera puñalada de ensañamiento. Antes había recibido otras por delante, como así demostraban las dos fotos siguientes, una tomada desde la cabeza y otra por la parte de los pies, en las que ya se había procedido, con el correspondiente permiso judicial, a dar la vuelta al cadáver. En ambas se podía ver con claridad las incisiones alrededor del corazón. Debía ver el informe forense, el que aún se estaba realizando, para confirmar su sospecha. Volvió a mirar la sala. En esos momentos le entregaban el bolso a la desdichada y la acompañaban a la salida. Una fugaz visual de ella hacia el despacho del detective le pareció a éste interpretar como una llamada a la clemencia.
Al día siguiente el detective fue informado de las investigaciones.
— Se encontraron otras huellas en la pistola, las de la víctima— comenzó el investigador— Pero esto solo lleva a pensar que se defendió vaciando el cargador contra su agresor. Sin embargo, no se ha visto otro rastro de sangre que no fuera el del cadáver. Es extraño: dispara pero ¿no consigue herir a su atacante, quien con arma blanca terminará por asesinarlo?.
— Sí que es extraño— intervino el detective— y el resto de la escena se deduce fácilmente. Hay una chica inconsciente en la habitación. La coloca en el sofá, pone la pistola en una de sus manos (que, a pesar de estar descargada y no usada contra la víctima, pudo ser usada como elemento intimidatorio, y por tanto, la mujer sería acusada de cómplice en la comisión del crimen) y las llaves del coche que se hallaba fuera para huir, en la otra, y el asesino desaparece de allí echando leches.
— Usted lo ha dicho. Queda por resolver, tras el informe forense, el enigma de la pistola.
— Pudiera pensarse en que el atacante fuera provisto de un chaleco antibalas.
— Pero tampoco se han encontrado casquillos— objetó el de la Científica.
— El agresor se desharía de ellos para dar refuerzo a la teoría de que la pistola se usara como elemento intimidatorio por el acompañante— concluyó el detective, confirmando su poder de convicción.
— ¿Quiere usted decir, entonces que la chica es inocente y ha sido usada como cabeza de turco para que, a falta de descubrir al asesino, ella cargue con la culpa?
— Es una posibilidad. No olvide que, primero, ella no abandona la escena y, segundo, porta la pistola acusadora. ¿Cree, realmente, que fuera capaz de asesinar y después montar esa pantomima?
— El vehículo era propiedad de la víctima. Sin embargo, el bolso de la chica desparramado en el asiento…
— Evidentemente fue registrado por el asesino con alguna oscura intención.
— Chicos— intervino el forense apareciendo por allí, y sin ningún reparo a interrumpir aquella conversación— tenemos un asesino zurdo. He examinado las incisiones del arma utilizada y muestran, claramente, que fueron hechas desde el lado izquierdo, incluso la de la espalda. Solo una persona clavó el cuchillo.
— Pero no tenemos sus huellas ya que se lo llevó consigo— apostilló el investigador.
— La pistola se hallaba en la mano izquierda de la chica— dijo el detective cariacontecido— pero esto no es concluyente porque ella no fue quien usó el arma mortal. Además, el hecho de tener las llaves en la otra es factible ya que el contacto del vehículo se halla a ese lado… Está claro que le han tendido una trampa. Habrá que investigar el entorno de la víctima por un posible ajuste de cuentas. Daré también la orden de registro de los alrededores para localizar el cuchillo y, definitivamente, dejaremos de molestar a esa muchacha.