martes, 11 de agosto de 2015

La preposición "a" y la forma del verbo haber "ha"

Segunda distinción de otro error bastante frecuente que conviene tener en cuenta.

A veces nos podemos encontrar en un texto la expresión "a dictaminado que..." con un claro error gramatical, ya que ese "a" debería llevar una h delante (detrás se pondría para el caso de una exclamación).
¿Cómo podemos saber con total seguridad si un "a", que debemos colocar en un texto, lleva o no la h delante?
La respuesta es muy simple, pero se nos escapa por esa simpleza.
Solo hay que tener en cuenta que "ha" va acompañando (necesariamente como verbo auxiliar en los tiempos compuestos) a un participio verbal. Es decir, que siempre que digamos (ha) hecho, dicho, comido, bebido, ganado,... iría de esa forma, y de la otra en cualquier otro caso.
Entroncando con el texto anterior, podemos comprobar que en "a ver" la preposición acompaña al verbo en infinitivo, por lo que no debe llevar la h.

Cuando es "a ver" y cuando "haber"

Frecuentemente nos encontramos con que alguien escribe "haber" cuando lo que se deduce de la lectura es que quiso decir "a ver".
¿Cuál es la regla que nos permite distinguir entre una u otra forma?
Básicamente, cuando queremos plantear una posibilidad de que algo ocurra utilizaríamos "a ver", por ejemplo, "a ver que pasa si esta tarde viene X" o "a ver si nos vemos".
En cambio, si queremos expresar que hay (algo) y, lógicamente, cuando se utiliza como verbo auxiliar en el infinitivo compuesto, se utilizaría "haber". Por ejemplo, "aquí debe haber al menos 100€", "haber brujas, haylas", "haber saltado, comido, reído,..."
Espero que la explicación sea de utilidad.

jueves, 6 de agosto de 2015

Secuestro (un ejercicio literario)

(Tan solo un ejercicio. Para quien desee pararse a comprobarlo podrá ver que este texto va incrementando a cada nuevo párrafo una palabra hasta llegar a las cuarenta y cuatro del último)


Amanece...



Luz áurea...



Me siento preso.



La habitación me asfixia...



Tengo que salir cuanto antes.



Debo abandonar, ya, estas cuatro paredes.



No recuerdo cuando fui encerrado entre ellas.



Pero he conseguido liberarme y no seguiré enclaustrado.



Enjaulado como un animal salvaje, pez en una pecera.



Volveré a recibir en mi rostro, de nuevo, el viento.



Seré libre, correré hasta no poder más y, al fin, descansaré.



Para cuando vuelvan ya me hallaré muy lejos, a salvo de ellos.



Esos desgraciados no saben con quien han topado, puedo hacérselo pagar muy caro.


Ellos pensaban que el secuestro les reportaría pingües beneficios, por mi acomodada situación económica.


Han optado por la vía fácil de arrebatarme aquello que tanto trabajo me ha costado.


Un camino muy cómodo que pretende evitar los innumerables obstáculos que yo he tenido que superar.


Desde muy joven he sido aleccionado con ese espíritu de lucha, de sacrificios, de consecución de metas...

Y poco a poco fui consiguiendo fortuna, la que me permitió nuevas inversiones en otros proyectos igualmente rentables...

Todo ello me ha llevado a la construcción paulatina de una montaña a base de muchos granos de arena...

Una montaña que pretenden dinamitar desde abajo para dejarme de nuevo en el suelo, para que tenga que construir otra...


Y ¿con qué perspectivas podría enfrentarme de nuevo a tan ardua tarea con la sospecha de poder ser robado de nuevo?


¿Acaso sería feliz mientras mis riquezas aumentan a la vez que se incrementa el deseo de apoderarse de ellas por otros desalmados?


Necesariamente el dominio de cada vez más posesiones exige una paralela creciente inversión en mecanismos que aseguren su protección, que eviten todo peligro...

Es la historia de la humanidad, la continua protección de las posesiones, sean del tipo que sean, ante el riesgo certero de una sustracción...

Solo porque alguien decide que viene a este mundo para que todo le sea puesto por delante sin que tenga que trabajar nada por conseguirlo...

Es la idea del iluminado, del que ha nacido con estrellas y va a vivir de forma confortable el corto periodo con que ha sido bendecido...

Aunque seas el hombre más pobre de la Tierra siempre habrá otro que intente apoderarse de tus escasas pertenencias, de tus ropas, que siempre tendrán alguna utilidad...


¿Puede haber algo más triste que despojar absolutamente del todo a aquel al que ya no le queda nada, al que ha sido progresivamente privado de sus pertenencias?...

Ciertamente puede que exista, ya que la vida es una compleja amalgama y, aún más, convivencia de alegrías y de tristezas, de amores y desamores, de ilusiones y desilusiones...

Y debemos enfocarla, muy especialmente, a que aquellos malos momentos sean los mínimos indispensables, que no se queden en nosotros más que el tiempo necesario y ni un minuto más...


Recuerdo que, desde pequeño, esa ha sido mi máxima, no dejando que los contratiempos se apoderaran de mí, que me subyugaran, que me hundieran hasta caer en la más profunda desesperanza.


Levantarse, siempre levantarse y continuar el camino interrumpido, no detenerse, salvar las complicaciones que se pusieran para que no lograra alcanzar un determinado objetivo, llegar a una meta y cumplir el sueño.


Y eso mismo es lo que pretendo hacer ahora, superar la dificultad, lograr huir, salvar mi vida, llegar a buen puerto y después, continuar y seguir luchando por todo lo que me pertenece...

Mi familia, mis hijos, los amigos, todo aquel que me hace luchar por seguir permaneciendo junto a ellos, porque así quieren que sea, porque yo soy también parte de sus vidas, su componente vital...

Esa es nuestra esencia, y no nos engañemos con otras filosofías que a lo largo de toda la historia pretenden explicar la vida humana sin, por ello, pretender hacer de esta la idea universal, inmutable...


He corrido desesperadamente hasta que mis piernas han flaqueado, comenzado a temblar pidiendo que me sentara junto a este árbol, el del gran tronco, el que acogería mi agotada espalda dando descanso al resto del cuerpo...

Oculto en el bosque no darán conmigo, lo que me permitirá solo unos minutos sin sobresaltos para, a continuación, volver a la carrera, poner más tierra de por medio, hacerme desaparecer de la faz de la Tierra...

Y cuando regrese junto a los míos comenzará una nueva vida, una vida que será más controlada, en la que tendré menos libertad si pero que, asimismo, me dará mayores garantías de que no volveré a ser secuestrado...


Oigo ruido, ruido como de gente que se aproxima, unos gritos que penetran el bosque sin que éste pueda, con su densa maleza, hacer nada por evitarlo, por obstaculizar los sonidos procedentes de gargantas humanas que atraviesan el aire.


Tal vez haya sido descubierto, perseguido, y finalmente acorralado... aunque no oigo perros sabuesos que con su olfato casi divino puedan ser capaces de dar conmigo y que, en ese caso, me harían totalmente imposible ya la huida, fatal desenlace.


Espero que se aproximen, sin atrever a moverme, e intentando vanamente buscar una explicación al por qué de que mis piernas se hallen paralizadas, ya sea por el miedo o por el cansancio, o acaso por ninguna de ambas razones.


Desde luego, escucho llamarme por mi nombre, ese nombre que antes odiaba, el que procuraba llegar a ser motivo de burla en mi niñez pero que, cuando uno se hace mayor, madura, resta importancia e incluso llega a anular su errónea importancia.


La batida continua incansable, los hombres avanzan sabedores de que su esfuerzo será plenamente recompensado porque la captura de mi persona tendrá el resultado que siempre han deseado obtener, negándose a renunciar a él por todos los medios que tengan a su alcance.


Finalmente aparecen ante mí hombres uniformados, pertrechados con potentes armas, ataviados de una guisa tan particular que me hace reconfortarme y asumir, ya sin ninguna duda, la idea de que no estaba siendo perseguido por mis captores sino que, definitivamente, estaba siendo liberado.