miércoles, 18 de marzo de 2020

La otra

Desplegó ante sus ojos tristones, avejentados, todo el arsenal de artículos de belleza del que había hecho acopio en el último mes. Era una más de sus obsesiones; qué podía tener de malo. Mascarillas, perfilador de labios, rizapestañas...que se anunciaran, compra que realizaba, a lo más tardar, al día siguiente. Pero después ¿para qué? Si casi nunca los utilizaba. Mirándose en el espejo comprobaba que estaba muy guapa tal cual, sin más adorno, y sonrió, dejando asomar unas pequeñas patitas de gallo alrededor de sus ojos, a pesar de verse en la despreciable soledad de su habitación. La alcoba que, no hace mucho, abandonara su amante y que aún conservaba su calor, sus esencias, sus risas, y que reclamaba ardientemente su vuelta para, deseaba con el mayor de los fervores, no salir más.
Él se lo prometió. Prometió que volvería, que no tardaría más de una hora, ¡y ya habían pasado cerca de tres!. Iba con el firme propósito de decírselo a su mujer. Tras mucho insistir lo había obligado a tomar esa decisión. Sin embargo, algún problema debió plantearse, y comenzaron a asaltarle dudas de que volviera a echarse atrás una vez más.
Aún seguía sin ropa, ni se molestó en vestirse. Quizá no tardase, quizá debería ponerse para cuando llegara, como viera en tantas películas, simplemente una corbata; tal vez aquella amarilla, con cabezas de caballo sobre herraduras, que guardaba porque no llegó a regalársela. Riñeron por una tontería y no quiso premiarlo por ello. Ahora se arrepentía, pero estaba hecho. Desde que tenía uso de razón, sus ideas se sobreponían a cualquier contrariedad, y nunca lamentaba las decisiones que tomase. No lo hizo tampoco al dejar al anterior novio, a aquel cabrón que solo le provocaba sufrimientos, al que no le importaban sus sentimientos, sus inquietudes, sus deseos. Se le escaparon unas lágrimas al pensar que ahora, y sin desearlo, volviera de nuevo a la soledad. Y recordó aquellas palabras.
Lágrimas que de mis ojos salen
ante el temor a perderte
tan solo quiero que se igualen
a la alegría de volver a verte.
Secó su cara y se colocó la corbata, recostándose en la cama para seguir esperando; el tiempo que fuese necesario. Confió en que todo habría salido bien, que la esposa estaría aún llorando ante esa sorprendente comunicación del marido de abandonarla, sin acaso saber por quién, y que éste se hallaría, posiblemente ya, de vuelta a su nuevo hogar, junto a él.
Minutos después oyó la puerta. Ya estaba ahí, había dado el paso. Su corazón dio un vuelco. “Has tardado” dijo en voz alta. “Temía que no volvieses”. Echó mano a su miembro, que empezaba a tomar grandes proporciones, para que estuviera apetecible para él.
Entonces apareció bajo el umbral de la puerta, cariacontecido, con una sonrisa enigmática, como si quisiera comunicar con ella su triunfo o, tal vez, por la agradable imagen que se presentaba a sus ojos. Sea como fuere, únicamente sacó una pistola de su chaquetón y le apuntó. 
Ni siquiera le dio tiempo a preguntar qué significaba aquello. Al segundo disparo comprendió, y solo entonces por su obcecación con él, que esa era la única salida viable de acabar con la relación.

Averno

Tardaría en encontrar la llave que necesitaba. Pero no le importaba. Una vez conseguida tendría todo el poder imaginable. Empleó meses en el estudio de libros prohibidos, satanismo, en ritos ocultos, hasta llegar al gran salón donde estaba. Cuando llegó a cogerla entre sus manos pudo ver como la puerta del habitáculo se cerraba y la llave que abría todo se esfumaba entre sus dedos.

lunes, 16 de marzo de 2020

¿Dónde está la maldita llave fija?

Tardaría en encontrar la llave que necesitaba. Era la diez once, de la que siempre se dice que se pierde. Rebuscó bien en el cajón de las herramientas. El tiempo pasaba. No podía llamar a la grúa y estaba en una carretera solitaria. Si no daba con ella no podría volver a poner en marcha el vehículo, perdiendo la ocasión de llegar a la entrevista de trabajo que necesitaba. Ahora se arrepentía de haber dejado jugar a su pequeño con aquel cajón.

Solo alrededor de casa

Su padre también le dejaba conducir la furgoneta, aunque solo mientras lo hiciera alrededor de la casa. Si hubiera tenido que cargar muebles en ella como hacía su bisabuelo quizá no disfrutase tanto. Ah, pero ese no. Su Lamborghini Diablo, de su vieja colección de vehículos de cuatro ruedas, era su miniatura más preciada.

Encantadora casa

Bucear en el lago que había al lado de la casa, pasear por su ribera, adentrarse en el tupido bosque de álamos y disfrutar de esa soledad y aislamiento, eran unas oportunidades que estarían vetadas para los demás. Por eso debía hacerse con esa casa antes que nadie. Una vez viviesen allí, cualesquiera otros inquilinos que la ocuparan serían amablemente invitados a abandonarla.
Solo por verse incapaces de seguir conviviendo con los fantasmas.

No sin mi chico

Bucear en el lago que había al lado de la casa les pareció una gran idea. Cada una de ellas llevaba a su chico, con el que pensaban pasar un gran día. Pero, al final de éste, una volvió sin el suyo, triste, dolida, sin que sus amigas pudieran hacer nada por consolarla. Ya en casa, su madre le dijo que no se preocupara. Podía buscarle otro muñeco Kent igualito al que perdió.

Venganza programada

Bucear en el lago que había al lado de la casa, donde no podía verse nada, era una auténtica inutilidad, una pérdida de tiempo. Me extrañó que me pidiera que le acompañase, especialmente tras nuestra pública última pelea. A todos les dijo que iríamos allí el fin de semana. Sin embargo, esa mañana, tras la prolongada inmersión, no lo volví a ver emerger.

Calentamiento global

Bucear en el lago que había al lado de la casa era toda su vida. Pero dejó de llover. Recuerda con nostalgia ese sirimiri que humedeció su cara hace ya dos años. El lago fue descendiendo su nivel hasta que la tierra terminó por absorber los últimos charcos. Hoy se siente feliz viendo de nuevo los peces de colores, los rayos del sol formar su cortina al atravesar el agua cristalina, moverse por el fondo experimentando la indescriptible sensación… Para un observador tan solo será un loco reptando por el cuarteado suelo.

Dulces sueños

Ya recogerían la mesa mañana. Les llamaron. Cada segundo contaba. Se acostaron y se dieron la mano. Poco tardaron en quedarse dormidos y verlos. Sus hijos no habían cambiado desde la última vez y se abrazaron efusivamente. Para los dos días siguientes tenían organizado un viaje. 
Eso era lo bueno de recibirlos en sueños, el tiempo se alargaba.

Mudanza

Los rincones vacíos de la casa ya desmantelada deben tener algo especial para él. Se ovilla en uno y después va al siguiente, y al otro, y al de más allá… Incluso hace sus necesidades ahí, tal vez producto del miedo al vernos tan dispuestos a abandonar el que ha sido su hogar. No lo vamos a dejar en ningún centro de acogida, seguirá viviendo con nosotros. Pero ¿cómo hacerle entender esto a tu padre?

Arriba y abajo

Los rincones vacíos de la casa ya desmantelada lo estuvieron por poco tiempo. Unos indigentes, de a tan solo una manzana de allí, decidieron cambiar la fría calle por aquel techo. Y allí colocaron, arriba y abajo, sus jergones, mantas, cartones y tetra-bricks de vino, hasta el momento en que les obligaran a abandonarla, dándole un calor humano al que no fue capaz de entregarles, ni una sola vez, unas pocas monedas, y que ahora se había trasladado a vivir una buena temporada junto a otros presos.

Un corte limpio

Pesaban muy poco pero aplastaban sueños, los de sus enemigos y de todos los que pretendieran esclavizar a sus semejantes. Delilah los cortó y sostuvo entre sus manos. Desde ese momento Sansón dejaba de tener su fuerza hercúlea.

Libres de preocupación

Cuando éramos jóvenes nada tenía importancia. Nos divertíamos sin pensar en un futuro. Ahora que somos viejos tampoco ya nada la tiene. Nuestro fin es inevitable.

lunes, 2 de marzo de 2020

El loco del pueblo

Hacía casi dos milenios que lo habían crucificado y aún podía seguirlo viendo por todas partes, y no como el resto, en efigie. 
Haciendo milagros a cada minuto, solucionaba males que podrían aniquilar a la humanidad... Él no quiso desvelar el secreto porque todos decían que estaba loco. 
Pero lo que no sabían es que ya no era el mudo del pueblo.

Adiós a la infancia

Nos enviaban de una patada a las duras calles, nos metían en el barro, o en los charcos, nos empujaban contra las paredes... 
A mí o a mi entrañable amigo. No nos importaba. Mientras estuviéramos entre sus pies éramos felices.
Han pasado años. Ellos han crecido y se han marchado, relegándonos vacíos, descoloridos, inservibles balones, al arcón de los viejos juguetes.

Huída

Prefiero las ratas, porque ellas me ayudan. 
Desde siempre las he aborrecido, asqueado, odiado. Hasta que llegué aquí, al rincón más apartado del castillo, condenado a permanecer en este cubículo hasta mi muerte. 
Deseaba que ésta viniera pronto, que mis captores me la produjesen, lo que sería mi auténtica vía de escape. Por suerte, impregnar los rincones con la detestable comida que me daban ha llevado a que estos roedores produjeran un agujero por el que pronto podré colarme. 
Pero ahora nadie atiende mi petición de comida y ellas se están desesperando.