lunes, 3 de noviembre de 2014

Un mundo perdido






Un mundo perdido


Cada una de las briznas de hierba miraba hacia arriba, a su gigante compañera, la Madre Naturaleza, gestar un nuevo y prometedor mundo. Le proporcionaban todo lo necesario para que ese nuevo retoño creciese sano en su interior, para que no apareciera ninguna malformación que, una vez naciese, lo hiciera descartable por la Gran Entidad. Después, tras un breve periodo de tiempo, llegaría el momento de su partida, la que todos lamentarían por el amor que le habían prodigado durante la gestación y sus primeros millones de años de vida.


Partiría lejos, y no sabrían nada de él hasta que le llegaran noticias de los viajeros interestelares. Noticias que podrían ser buenas, alabando los logros conseguidos por las criaturas desarrolladas en sus senos, por los cuidados que le prodigaran a su hogar y que les permitieran seguir viviendo en armonía con su entorno, o malas, como aquellos otros mundos donde se había instalado el egoísmo entre sus pobladores, la insensibilidad o, lo que es más grave, el desprecio hacia su morada, dañando el medio ambiente con una falta de escrúpulos digna de ser castigada con la muerte. Esto ya había ocurrido en alguna ocasión, y todos deseaban que no ocurriese con este.


Las noticias tardaron en llegar. Millones de años no era un tiempo excesivamente largo. Se pensaba que, posiblemente, como solía ocurrir siempre que las nuevas eran buenas, que todo hubiese seguido un curso favorable y que aquel retoño fuera ahora un mundo modélico. Pero cuando llegaron se conoció la triste realidad.


Al nuevo mundo se le había dado el nombre de Tierra. Se había instalado en una galaxia modélica, en un sistema solar donde era la única morada de seres vivos. Existían infinidad de especies animales y vegetales, y aún otras no catalogables, pero particularmente destacaban por su desarrollo en inteligencia unos seres conocidos como humanos. Y estos, si bien durante cientos de miles de años no habían hecho ningún daño, en los últimos cien años habían deteriorado de tal modo su hogar que no merecían seguir viviendo en él.


A todos les produjo una gran tristeza aquella noticia y pidieron ayuda a los viajeros para que intercedieran e hicieran lo posible por salvarlo.


La respuesta fue que se lo pensarían.