Ordenó sin pestañear, aun siendo su primera asistencia a un parto,
que se dispusieran todos los medios necesarios para que la criatura
pudiera vivir. No quería cargar con una muerte a sus espaldas, no solo
porque su religión judía se lo prohibía taxativamente, sino también por
ser su único medio de salir adelante en aquellas circunstancias.
Pasadas unas horas, sonriente, entregó de sus brazos a los de la sufrida madre al recién nacido.
─ Muchas gracias por su esfuerzo. Adolf se lo agradecerá─ fue su escueta respuesta.
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