martes, 29 de marzo de 2016

Yo y mis circunstancias

  • Y ahora ¿qué escribes?
  • ¿Acaso no lo sabes?
  • ¿Por qué debería saberlo? ¿Has llegado a pensar siquiera en ello para que me dé cuenta?
  • No tengo que hacerlo. Siempre me dices qué es lo que debo escribir. Tú pones las ideas, yo la pluma garabateando el papel. Si algo no te gusta, haces que lo tire a la papelera y coja otro papel donde escribir lo que has decidido que debe ver la luz.
  • No soy un dictador. A veces das el giro que te apetece a la historia, no sigues el guión que pretendía y, por supuesto, tú solo te llevas la fama. Solo alguna vez se me ha mencionado, muy de pasada, cuando alguien llegó a decir ¡Qué imaginación!
  • Pero ahora estoy haciendo justo lo que quieres que haga. Además, no creo que sea capaz de escribir algo que no haya pasado antes por delante de tus narices, argumento al que hayas dado el visto bueno. Ni aún a esos giros a los que has aludido.
  • Por tu cabeza pasan muchas ideas constantemente. No puedo acertar a saber que es lo que decidirás escribir de todas ellas. Y me preocupa, más de lo que crees. ¿O no fui yo el que te provocó, el que te incitó aquella primera vez a que lo hicieras? Porque creía en ti tengo derecho a conocer lo que deseas escribir.
  • Quizá no debiera haberte hecho caso. Mírame ahora. Estoy atado a la pluma. No descanso. Siempre atormentado con múltiples ideas que bullen, que luchan por salir, las que me induces a pensar.
  • Me parece que dramatizas. Disfrutas escribiendo, lo sé. No pretendas convencerme de lo contrario.
  • Tu ganas. Pero ahora ¿crees que esto servirá para algo?
  • Al menos será un ejercicio. Sabes que debes hacerlo a diario.
  • ¿Y tenemos que seguir?
  • Posiblemente. Déjame pensar... Debe haber más que decir en este pacto que hemos hecho.
  • ¿En serio piensas que es un acuerdo que no pueda romper en algún momento?
  • Te perseguiré, te martirizaré, si haces algo con lo que no esté de acuerdo. Finaliza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario