martes, 29 de marzo de 2016

Me persigue la policía

Siempre me ha rondado la misma idea, imperturbable, necesaria... No creo en la justicia instituida. Pienso que si hubiera más como yo podríamos acabar con muchos indeseables de este asqueroso mundo. Pero claro, eso tiene que controlarse. Sí, así lo ha decidido el aparato gubernamental, que es el único que se autoproclama plenipotenciario para decidir cuándo y cómo debe darse muerte a un ser humano. ¿Y acaso ellos no cometen también errores? ¿No se liquida a inocentes cuando posteriormente aparecen pruebas exculpatorias que ya no pueden devolver la vida al infortunado? ¿Por qué razón no puedo yo también equivocarme? ¿Cuál es la diferencia?


Espero, al calor prodigado por una mañana fantástica de sol, en una estancia semi a oscuras. Las cortinas corridas, la ventana prácticamente cerrada, solo un hueco por el que dejar asomar el cañón que apunta a la fachada del edificio de enfrente. No tengo ninguna prisa y sé que la chica aparecerá. Todos los días lo hace, excepto cuando tiene algún trabajo, pero mis contactos se encargan entonces de hacérmelo saber. No hay escapatoria posible. Hoy es su día. Y también será el de otros. Estoy dispuesto a acabar con todos los de la lista, la que tengo en mi cabeza, con sus direcciones y las horas en las que, de seguro, los cazaré y eliminaré.


Ahí está. Ha salido a la terraza en bikini, con enormes gafas de sol y una gran copa de algún combinado adornada con una sombrilla y un par de pajillas. Bohemia... Se tumba en la hamaca y procede a quitarse el sujetador dejando a la vista unos pechos prominentes, coronados por dos pequeños montículos. Su privilegiada posición le permite hacerlo pero, sin que ella lo sepa, yo la estoy viendo. Entreabre sus piernas y las flexiona buscando una postura cómoda. Conozco su historial delictivo, sus asesinatos a sangre fría con tal de hacerse con el botín del robo, con el necesario dinero para rodearse de esos lujos a los que no quiere renunciar. La vida es corta, pensará. Se incorpora, coge la copa y da un buen sorbo a la bebida. Quizá sea el último. Miro a través del tubo telescópico sus hermosos pechos, sus esbeltas piernas,... Es una pena, pero la obligación ante todo. Apunto a su cabeza, no puedo permitirme ningún fallo, y aprieto el gatillo. Un segundo después su cabeza revienta manchando todo lo que hay a su alrededor. Llega la hora de marcharse. Procedo a recoger mi despliegue de medios y miro por última vez la terraza.


En ese momento aparece un joven con el que no contaba, totalmente desnudo, con un gran miembro flácido entre sus piernas, que comienza a gritar desesperado al ver la horrible escena. Reacciona y coge el móvil de la chica mientras mira a su alrededor intentando localizar desde qué posición han podido dispararle. Nervioso teclea un número y mientras llama mira fijamente mi posición. Me ha descubierto, aunque de seguro no habrá podido identificarme. Podría matarlo a él también, pero esto me haría perder un tiempo precioso para escapar. No, debo marchar antes que comience a oír las sirenas de los coches que, de seguro, ya vendrán en camino.


Para cuando abandono el parking la gente bulle y se arremolina frente al edificio del Banco Federal. Veo las luces reflejarse en los bloques colindantes y a los agentes dar órdenes para apartar de la entrada a los curiosos. Tomo la dirección contraria con calma, sin despertar sospechas, sin acelerones innecesarios ni bruscos volantazos. Mi siguiente objetivo está a un par de millas, en una zona residencial y tranquila. Esta vez lo haré desde el coche. Estudié la zona y puedo ubicarme junto al parque. El sol está alto y no interferirá mi visión. Puedo hacer los disparos y huir inmediatamente. Debo tomar la siguiente salida.
Ahí está, y ahora...


Ahora me persigue la policía, interfiriendo en mis propósitos, no dejándome hacer. Me gustaría terminar yo mismo el trabajo pero, de ser necesario, Alan sabrá que debe hacerme el relevo. Le hago una llamada perdida sin descuidar la huida. Con eso será suficiente para que tenga conocimiento y se prepare para colocarse en mi lugar. Somos una organización muy eficiente, jerarquizados, o, más bien, con la debida disponibilidad llegado el caso, por lo que los trabajos se llevan siempre a término. Nunca dejamos nada al azar.


Se ha incrementado el número de coches que me siguen. Cada vez me resulta más difícil buscar una salida. El cerco se cierra sobre mí y no tengo escapatoria posible. Solo me dejan una opción.


  • 7-7 a central. El vehículo rojo sospechoso del robo al Banco Federal ha caído al salirse de la ruta 27 cerca de Chattanooga, explosionando a continuación. Con toda seguridad nadie ha salido vivo. Damos por concluida la operación. Avisen a la científica. Corto y cierro.

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