lunes, 12 de octubre de 2015

Primer día de colegio

Arnold oyó la llamada de su compañero de colegio gritando desde la calle y cogió su maletín, raudo para no hacerlo esperar. Su madre no lo acompañaría. Quien sí lo haría sería la madre de George, su compañero, como ya era habitual. Quizá algún día pudiera contar con la presencia de la suya, que ambas madres se conocieran, que charlaran por el camino...
George lo vio bajar por las escaleras y, con un gesto de su mano, le hizo advertir la urgencia. Ese día iban tarde. La madre se colocó delante para alentar el paso. Ellos charlaban sin percatarse del ritmo a seguir y, de vez en cuando, tenían que dar un acelerón para alcanzarla. Atravesaron el pequeño campo que los separaba de la carretera principal, aquella por la que circulaban coches a gran velocidad, el peligro. Ambos chicos se colocaron a cada lado de la mujer y le tendieron sus manos libres. Cuando no hubo circulación la mujer tiró de los dos para cruzar en el menor tiempo posible.
A partir de ahí el recorrido era seguro y entraban en la población de nuevo. Ahora podían ir por las aceras sin miedo a ser atropellados. Y poco después la llegada al recinto escolar y la despedida. Y así día tras día, semana tras semana, mes tras mes, hasta la venida del verano. Cómo anhelaba Arnold este tiempo. Dejar de pasar los fríos inviernos y recibir el buen tiempo, ir a la playa y jugar con la arena y las olas. Lástima que tan solo fueran tres meses, circunstancia que él no valoraba en su justa medida. Tan solo eran días y días de descanso, pero muy pocos días.
Recordaba esa época sin nostalgia. Entonces los problemas eran grandes problemas. Cuán equivocado estaba. Poco a poco, a la vez que crecía, aquellos crecían en la misma o mayor medida. Su desarrollo sexual fue el primero. A continuación vendrían los amores imposibles, la incapacidad de llegar a tiempo para estudiar el gran volumen de materia que entraba en el próximo examen, las dudas sobre la carrera a seguir que marcarían de forma inexorable su futuro...
Arnold superó todo eso y más. Superó la carrera universitaria y pronto encontró un trabajo bien remunerado. A partir de aquí el ascenso hacia la cima fue relativamente suave, en contra de lo que supone un ascenso a una cima terrestre, en que los últimos metros son los más agrestes. Se casaría y tendría hijos, a los que inculcaría ese espíritu de superación ante la adversidad. Y fue haciéndose viejo.
Entonces le acometió una enfermedad que lo postró en la cama. Su mujer lo miraba con cara apenada. Sus hijos permanecían lejos, pero parecía venir el fin. Arnold no hablaba. Dormía mucho y se sentía terriblemente cansado a pesar de todo. En uno de aquellos sueños, George lo llamaba insistentemente. 'Llegaremos tarde' gritaba desde la calle.
Arnold cogió su maletín contento. Asistía a su primer día de colegio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario