Ya recogerían la mesa mañana. Les llamaron. Cada segundo contaba. Se acostaron y se dieron la mano. Poco tardaron en quedarse dormidos y verlos. Sus hijos no habían cambiado desde la última vez y se abrazaron efusivamente. Para los dos días siguientes tenían organizado un viaje.
Eso era lo bueno de recibirlos en sueños, el tiempo se alargaba.
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