Los rincones vacíos de la casa ya desmantelada lo estuvieron por poco tiempo. Unos indigentes, de a tan solo una manzana de allí, decidieron cambiar la fría calle por aquel techo. Y allí colocaron, arriba y abajo, sus jergones, mantas, cartones y tetra-bricks de vino, hasta el momento en que les obligaran a abandonarla, dándole un calor humano al que no fue capaz de entregarles, ni una sola vez, unas pocas monedas, y que ahora se había trasladado a vivir una buena temporada junto a otros presos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario