Nos enviaban de una patada a las duras calles, nos metían en el barro,
o en los charcos, nos empujaban contra las paredes...
A mí o a mi
entrañable amigo. No nos importaba. Mientras estuviéramos entre sus pies
éramos felices.
Han pasado años. Ellos han crecido y se han
marchado, relegándonos vacíos, descoloridos, inservibles balones, al
arcón de los viejos juguetes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario