lunes, 29 de junio de 2015

Vivir

De vez en cuando la vida nos besa en la boca, solo muy de vez en cuando, solo cuando ve que queremos seguir viviendo a pesar de todos los males, sufrimientos, injusticias, que nos rodean, insuflándonos, con ese gesto, la posibilidad de volver a sentir en nuestro interior, con todas sus fuerzas, la inenarrable experiencia de vivir a pesar de las circunstancias adversas que nos lo impidan.

Esto es así. No podemos explicarlo con palabras, porque se nos antoja una tarea casi imposible el poder describir qué es lo que nos proporciona la vida. Se podrían recurrir, siguiendo una línea filosófica, a diversas ideas que están incluidas dentro del concepto vida. Felicidad (o tristeza, que es otra forma de sentir y, por tanto, de vivir), amor, soledad, compañía, amistad, familia, hijos... ¿Cuál es la idea principal que subyace al concepto? ¿Cómo podríamos explicarlo a un ser que no fuera de nuestro mundo? o aún más ¿cómo podríamos explicárselo a un niño?

La vida surge desde el mismo momento de la concepción (quizá desde antes, si tenemos en cuenta la función de fusionarse realizada por las células reproductoras, células vivas). Cuando el nuevo ser creado nace, comienza todo un nuevo cúmulo de sensaciones hasta ahora desconocidas para él. Siente que tiene que respirar por sí mismo, necesita moverse, llorar, comer y beber, dormir. Pero todo esto lo hace porque le proporciona un placer, distinto en cada caso, pero al fin y al cabo, placer. Tal vez esa sea la idea clave: el disfrutar placenteramente de algo que realizamos. Viajamos por placer (los viajes de negocios no cuentan, porque dudosamente estos puedan proporcionarnos una felicidad que no esté respaldada tan solo por el hecho de conseguir culminar con éxito una operación en la que estemos involucrados), nos hacemos amigos por el placer de estar en compañía de esas personas, como asimismo ocurre cuando nos enamoramos de alguien. Comemos y bebemos (solos o en compañía) por el placer de disfrutar de unos sabores determinados. El tener hijos es la realización de nuestros deseos de perpetuarnos, como también del hecho de disfrutar de cada uno de los momentos de su vida en que están junto a nosotros (momentos que, en un amplio porcentaje, suelen ser placenteros) y aún cuando, por ley de vida, tienen que formar una nueva familia, porque seguiremos viéndolos y, llegado el caso, disfrutando de los nietos, tal vez la última etapa placentera de nuestras vidas.

¿Por qué queremos aferrarnos a la vida a toda costa? ¿Por qué le tenemos miedo a la muerte? Quizá porque ella supone la renuncia al placer que conocemos desde pequeños, aún cuando, hipotéticamente, con ella pasemos a otro estado que pudiera llegar a ser incluso más placentero. Pero esto lo desconocemos y, por tanto, nos asusta perder ese don tan preciado. Por eso seguimos asiéndonos a ella, deseando que siga ejerciendo su derecho de cuando quiera poder volver a besarnos en la boca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario