lunes, 22 de junio de 2015

Esclavos de la moda



Todos los días, con la única excepción de los festivos, en que la tienda de ropa de moda cerraba, acudía ella para mirar qué podía haber entrado nuevo, qué artículos podían estar en promoción o... donde se encontraría él. Porque tampoco faltaba nunca a su cita, cosa rara en un hombre, y cada día lo veía prácticamente en el mismo sitio. Un escueto saludo por parte de ella, sin respuesta, era lo que necesitaba para tener un gran día. A ella solo le bastaba su mirada dulce y pensó que debía tener un ropero bastante grande, a juzgar por la diversidad de prendas que lucía cada día.

Hasta aquel día que no lo vio. Quizá ella se había adelantado a su habitual hora de visita, quizá él tuviera algún compromiso. Se desesperó y cogió un vestido cualquiera para ir a probárselo y llorar en silencio. Junto a los probadores lo descubrió, sin ropa, tumbado sobre un montón de cajas de cartón.

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