domingo, 3 de mayo de 2015

Take Five (IV)

Con permiso de su autor, Guillermo Altamirano, que escribió hasta "...y si lo haces, dile que ella es la siguiente."



El problema con los matones es que no están en sus casas en la noche, digo, todos los matones tienen su horario de trabajo desde que oscurece hasta que amanece, salen por ahí a hacer cosas de matones mientras que todos los demás duermen, casi todos duermen, excepto a quienes están golpeando. Ya sé, es una conclusión algo estúpida, pero acababa de anochecer, y sería imposible encontrarlo en su casa.

Había siete casas en el muelle, tres tenían las luces prendidas, en una cuarta había un vehículo con un logo de “bebé a bordo”, y en la quinta había un tipo cortando el césped en bóxer y camiseta… Solo quedaban dos casas probables, y la única manera de averiguarlo sería a la antigua. Sin levantar sospecha me acerqué a la puerta de la primera casa y, cuando estaba a punto de forzar la cerradura, sentí olor a galletas recién horneadas. Salí sin prisa, evitando las miradas del freak que cortaba el césped y me ubiqué por la entrada trasera de la siguiente casa. La puerta estaba abierta, señal típica de un matón que piensa que nadie sería tan estúpido como para entrar a robar a su casa. Entré, y la casa era la de un matón: loza sucia en el fregadero, envoltorios de comida rápida en la mesa, una televisión antigua y un olor a cigarrillo que obligaba a cubrirme la nariz. Di vuelta a la casa buscando armas y dinero en efectivo. En el closet encontré balas para 9mm,, un silenciador y un buen par de billetes. Además de eso encontré un antiguo álbum de fotos. Era su casa. Sabía que tal vez llegaría en la madrugada, eso me daba tiempo de descansar un poco. Me preocupé de dejar todo tal cual estaba, y procedí a acostarme en el sillón. El cansancio del día y los golpes hicieron que cayera desplomado y me durmiera completamente.

La lluvia, que comenzó violenta e hizo saber su presencia golpeando el techo de lata de la miserable casa en la que vivía el rubio, afortunadamente me despertó. Había dormido cinco horas, era mucho más de lo que podía pedir. Ya eran sobre las seis, sabía que en cualquier momento llegaría así que decidí esperarlo cerca de la puerta.

Cuando llegó no venía solo, lo acompañaba otro matón vestido de cuero y con pinta de tipo duro. Preferí esperar un poco antes de comenzar con las preguntas.
  • Pensé que me esperarías –dijo el tipo vestido de cuero-, siempre termino comiendo solo.
  • Tuve que trabajar –dijo el rubio- ya sabes como es mi jefe. Te lo compensare, te lo prometo.

El rubio se acercó al tipo vestido de cuero y lo besó. Eso fue suficiente. Disparé en la rodilla del rubio que cayó al suelo en medio de lo que dicen es el más cruel de los dolores. El tipo vestido de cuero intentó sacar su arma, cosa que me sorprendió, porque pensé que solo era un maricón de los que se visten como matones. Le disparé en la pierna derecha, y le apunté directamente a la cara.
  • ¿Me recuerdas? –dije pisando la rodilla del rubio.
  • ¡Aaaah! Hijo de puta, te mataré, te juro que te mataré.
  • La única forma en la que podrías matarme es contagiándome el sida. Ahora quiero respuestas, y no tengo tiempo para torturarte ¿Dónde está la viuda?
  • Muérete.
  • Te dije que no tengo tiempo para esto –dije disparando en la otra pierna de su amante.
  • Hijo de puta, ¡te mataré, te mataré! ¡Resiste Paul!
  • Una vez más, ¡¿dónde está la puta viuda?!
  • No puedes hacerme nada que ella no pueda hacer, no pienses que te lo diré.
  • Te equivocas –dije disparando directamente a la entrepierna de su novio- si la viuda es un demonio yo soy el diablo, puedo darte una muerte rápida, a ti y a tu novio, ahora dime ¿Dónde está la viuda?
  • Ya basta, no le hagas nada, él no tiene la culpa de esto. Te lo diré, pero por favor, no le hagas nada.

Cantó como un pájaro, no sabía si lo odiaba más por ser un maldito bocón o porque su pose de tipo duro era una fachada para su verdadera vida de gay sadomasoquista.
  • No era tan difícil ¿verdad? –dije apuntando a su novio-,  despídete.
  • No, espera, no lo hagas, te diré lo que quieras, pero no… -el sonido de mi arma haciendo explotar la cabeza de su pareja hizo que lo inundara el llanto y las maldiciones hacia mí.
  • Deja de llorar maricón. Te mataría, pero prefiero que expliques todo esto a la policía y entierres el cuerpo de tu amado como si fuera un perro –apunté mi arma a la entrepierna del rubio y jalé el gatillo- y espero que eso te impida seguir follando hombres. Por último, puedes llamar a la viuda y contarle lo que pasó, y si lo haces, dile que ella es la siguiente.

Por mi mente circuló, fugazmente, la idea de “hombre precavido...” y recargué las balas dejadas sin ningún remordimiento, merecidamente, en las partes pudendas de la pareja de enamorados. Después abandoné aquella choza inmunda, dejé a los dos tirados en el piso, sangrando, y recordé entonces que tenía una deuda pendiente. El par de billetes encontrados allí me ayudarían, en gran parte, a saldarla con quien me proporcionó tan valiosa información porque, no solo dio lugar a que me resarciera de los golpes propinados por el mariconazo del rubio sino que, además, pude sacarle el paradero de la viuda.


Decidí dar tiempo a que esta fuese informada de mi acción y pretensiones. El sol volvía a estar bajo en el horizonte, aunque ahora levantándose, dando paso a un nuevo y prometedor día. No podía ir a ver a Jack a su local, porque habría cerrado no haría mucho tiempo. Pero este factor era precisamente del que yo no disponía. Sabía donde vivía y, a riesgo de ser echado a patadas de allí por interrumpir su merecido descanso, me dirigí con determinación a su casa. Dejé el puerto y me adentré en la ciudad aún adormecida. ¿Qué podía hacer a partir de ahora? Liquidar a la viuda era mi primer objetivo, y era una pena. Realmente disfrutaba con su actividad sexual frenética, experimentada, libre de prejuicios. Pero no. Jamás podría volver a estar a gusto con ella. Y a continuación, al fantasma, por mi propia seguridad más que por agradar a Jack. Doblé una esquina. En la acera de enfrente dos tipos charlaban. Uno de ellos, apoyado en un todoterreno Subaru, me resultaba familiar. Tengo que decir que, debido mi galopante problema de visión, hasta que no estuve a unos cuantos metros de ellos no pude adivinar de quien se trataba. 


¡Carajo, el fantasma! No me lo pensé. Mi colt en el bolsillo derecho, cargado, estaba listo. Lo empuñé, tras subirme el cuello de la cazadora y embutirme en ella para no ser reconocido, y me acerqué a la suficiente distancia para no errar el tiro. Tres balas se alojaron en su cuerpo y, antes de que el otro pudiera coger su arma, le metí otras dos en su corazón. Mi cazadora quedó agujereada y humeando. Los casquillos, dentro del bolsillo, impedirían que fuera localizado el agresor. Corrí como un poseso por varias calles hasta quedar lo suficientemente lejos del lugar. Después me adentré en un callejón, donde tres desheredados calentaban sus ateridos huesos frente a un bidón de gasoil con un gran fuego en su interior. Saqué el arma y me la introduje en el pantalón. Los tres me vieron acercarme, quitarme la prenda de abrigo, pasar junto a ellos y arrojar la misma dentro del bidón. Seguro que agradecerían que avivase su foco de calor. Ni una palabra nos cruzamos. Seguí mi camino en dirección a la vivienda de Jack. No podía imaginarme la sorpresa que me había deparado aquel día El fantasma fuera del panorama. Increíble.


Arribé al domicilio de Jack y aporreé la puerta. Esperé unos segundos y repetí la operación. Al poco, asomó por una rendija el rostro demacrado, sin rasurar, de un desconocido Jack.
  • ¿Qué quieres?
  • Necesito que me hagas un favor.
  • ¿Y no puedes esperar?
  • Ya sé que necesitas descanso, pero no sé si llegaré a saldar una deuda a tiempo ¿Recuerdas a un tipo con gorra a cuadros que frecuenta tu local? Creo que es del clan de los irlandeses...
  • Creo que sí, que sé de quién me estás hablando- me contestó malhumorado, lo que achaqué a que, con toda probabilidad, le estaría jodiendo el polvazo con alguna puta.
  • Solo quiero que le entregues este dinero... Y otra cosa, ya no tienes que preocuparte más del fantasma.
  • Era tu trabajo pendiente. Ahora, si me disculpas...
  • Claro, Jack. Hasta pronto.

  • ¿Quién te buscaba?- dijo una femenina voz desde la alcoba.
  • Amenacé a un tipo que si no me pagaba antes del mediodía era hombre muerto, y venía hasta arriba de mierda- contestó con un tono de voz algo elevado, a la vez que una tímida sonrisa se dibujaba en su boca. Pasó por el salón y dejó el dinero junto a un cenicero con colillas manchadas de carmín rojo, soltó un sonoro pedo y se rascó el culo.
  • Eres un guarro, Jack
  • Hace un rato me dijiste lo mismo.
  • Entonces era diferente...
  • Vuelve a dormirte, debes estar agotada- dijo, mientras entraba en el dormitorio.
  • No seas fantasma, darling. No fue para tanto.

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